“Estatua” / 11 results
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Poema de vida o de muerte
Poema de vida o de muerte
https://valentina-lujan.es/E/eranlashojas.pdf Eran las hojas secas que encontrase en una caja de porcelana decorada con motivos errados que trazó una mente disparatada llevando la mano dubitativa, temblorosa, de la niña que fue vieja algún día, ya lejano, de un otoño cercano a aquel invierno previo a la última primavera que trascurrió con flores en los búcaros que, ya desde el siguiente verano, permanecieron para siempre vacíos y arrinconados. Eran las gotas de lluvia que había visto caer desde los ojos de las estatuas impertérritas que, tras surcar lentas despaciosas mejillas en su busca de la tierra en que enjugarse, conjugaron su sal con la pimienta especie de aderezo en que se envuelven los recuerdos saturados de tristeza hasta el extremo de no admitir ni un solo grano más ya sea negra ya blanca. Eran las notas que febriles, arrancadas de teclados y de laudes y de arpas, escuchara amontonarse entre las páginas de libros de familias que fueron desfilando por aquellos senderos camino de lugares en que hallaran espacios donde poder después de tanto tiempo separarse, desprenderse del aspecto de recetas tomadas sin más fin que consignar los ingredientes de un conjuro o una tarta. Eran las motas de un polvo de estrellas apagadas hacía siglos adherido a los cristales de ventanas a las que ya había olvidado cuando había visto por última vez que se asomase alguien respondiendo a la llamada de otro alguien reclamando la presencia de ningún rostro adorado. Eran las pocas briznas de los restos que rescató de un mundo que conservaba apenas algún retazo ajado del alma de unas gentes asustadas que vivieron pensando que creyendo que existiría un mañana se estaban entregando en brazos de la nada y, ahora, despertaban asombradas. 29 de marzo de 2015 Deliquios Poesía
Alicia Bermúdez Merino
/ Poetry
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No logré colocarte en el jardín del Edén
No logré colocarte en el jardín del Edén
http://valentina-lujan.es/alicia/nologrecolocar.pdf y mira que lo intenté, porque lo intenté pero lo más extenso que alcancé a elaborar fue el Parque del Retiro, con su monumento a Alfonso XII y sus arriates, y sus echadoras de cartas y sus títeres y sus dibujantes de caricaturas y sus… esos jóvenes, ya sabes, que permanecen inmóviles como estatuas para ganarse unas monedas; que está bien, porque el Retiro tiene su encanto, quién lo duda, pero a mí no me servía, tan concurrido, para que tú, Susanita, mordisquearas manzanas balanceándote, a la vista de todo el mundo y sin más atavío que tus tres hojas de parra, tan ricamente en todo el centro del estanque recostada en una barca o llevando, por entre la gente y tus tacones, al cocker Sánchez con su correa que, en el Edén, lo comprende cualquiera, habría dado un espectáculo del todo anacrónico y resultado, tú, no poco chocante abriendo el bolso y dejando caer unas monedas impensables en el platillo del joven estatua o, sentada, cruzada de piernas tan campante, tomándote un granizado de limón o una cerveza con patatas fritas en una terraza. Pero el Edén, como Dios manda o imagino yo que debió de ser, no me salía y renuncié; renuncié y me limité a procurar pensarte sola sin importar en qué lugar, pero sin nadie o, como mucho, en el jardín de las Gordillo de Carlota, ¿te acuerdas?, leyendo un libro, de poesía, de poesía estaría bien, con tu vestido de organza y mangas de farol y tu pamela bajo la mimosa que, en el original, fuera nadie a saber si estaría siendo de verdad plateada… Fin Esta versión no lleva firma, si bien cabe suponer que debió de escribirla algún chico de la clase de Susanita. O eso es al menos lo que dijeron los expertos, que apuntaron la posibilidad de que estuviera enamorado de ella.
Alicia Bermúdez Merino
/ Novel
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No logré colocarte en el jardín del Edén
No logré colocarte en el jardín del Edén
https://valentina-lujan.es/Z/nologrecolocar.pdf y mira que lo intenté, porque lo intenté pero lo más ex-tenso que alcancé a elaborar fue el Parque del Retiro, con su monumento a Alfonso XII y sus arriates y sus echado-ras de cartas y sus títeres y sus dibujantes de caricatu-ras y sus… esos jóvenes, ya sabes, que permanecen in-móviles como estatuas para ganarse unas monedas; que está bien, porque el Retiro tiene su encanto, quién lo duda, pero a mí no me servía, tan concurrido, para que tú, Proserpina, mordisquearas manzanas balanceándote a la vista de todo el mundo y sin más atavío que tus tres hojas de parra, tan ricamente, en todo el centro del es-tanque, recostada en una barca o llevando, por entre la gente y tus tacones, al cocker Sánchez con su correa que, en el Edén, lo comprende cualquiera, habría dado un espectáculo del todo anacrónico y resultado, tú, no poco chocante abriendo el bolso y dejando caer unas monedas impensables en el platillo del joven estatua o, sentada, cruzada de piernas tan campante, tomándote un granizado de limón o una cerveza con patatas fritas en una terraza sin consciencia y por lo tanto sin pudor alguno de una desnudez que no hubiera existido jamás si no hubieras cometido la imprudencia de… — porque fue una imprudencia, reconócelo — Pero ya qué importa, qué puede importar ya cuando todo el mundo está tan conforme, tan satisfecho de su corporeidad. No. Quiero rectificar. Satisfecho no está, no está satisfecho porque todos, sobre todo las de tu raza, las mujeres, siempre tienen algún pero y algún ¡ay! quejándose de pues de aquí me falta pues de aquí me sobra y yo quisiera ser más alta o más rubia o más… Pero nunca más algo que…¿cómo podría yo hacerte comprender ese algo que no acierto a expresar y que, por lo visto — no visto, en realidad, mas que por algunos cuantos elegidos —, sólo es perceptible fuera o más allá de… Y que lo fue, tal vez, antes de… Y que hubiera podido seguir siendo eternamente si no hubieses tú tenido aquel capricho tonto, aquel arranque de quiero saber y, sin ni pensarlo, sin reflexionar, te liaste la manta a la cabeza y… Pero digo tonterías, lo sé, porque qué manta ni qué cabeza si antes, el instante anterior, cuando todavía estabas a tiempo, no tenías cabeza, ni frio ni calor ni… Nosotros, en cambio, aquí y ahora o por lo menos en el aquí y en el ahora en que yo estoy — que habría mucho que hablar y que de aquis y ahoras porque, y puede que gracias a la que nos liaste con tu ocurrencia, hay gente que estudia mucho y sabe que cada aquí y cada ahora es distinto para cada observador que puede ser no el humano como yo que mira con el ojo y ve sino algo que se llama fotón, por ejemplo; y otras cosejas que tienen nombres tan extraños como protón, electrón, neutrón y, si no fuera porque no quiero marearte, te nombraría otros más raros aún que se llaman muones, gluones y qué sé yo cuantas más que no me sé y, pues, bueno, todos esos tienen también, desde su punto de vista y sus criterios dependientes de a qué velocidad se mueven, sus propias opiniones al respecto — estamos pasando bastante frio, aunque con la calefacción yo por ejemplo y por lo menos no; pero por la noche sí que viene bien la manta. Y ahora te dejo, que tengo que sacar al perro, poner la lavadora, pasar la aspiradora, bajar la basura, hacer un cocido, fregar la olla exprés, y, si me da tiempo y espacio, después de solucionar ciertos problemas que me traen a mal traer, ir a comprar café y un poco de… una cosa que se toma de postre, después de comer, pero no quiero ni nombrarla tú sabrás, amada mía, comprender por qué.
Alicia Bermúdez Merino
/ Novel
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El fantoche y el (d)emérito
El fantoche y el (d)emérito
Dividida en dos partes con diversos cuadros y un epílogo, la obra requiere la intervención de un gran protagonista que realice doble papel. Presidente/expresidente y rey/rey (d)emérito. Otros personajes más o menos breves, la limpiadora, el abogado, la esposa, el demócrata, el rico, el fan, la Estatua de la Libertad, el republicano, el inmigrante, el pobre, el soldado, el homosexual, el financiero, la actriz porno, la reina, el nuevo rey, la nueva reina, el yerno, una amante, el asistente y una hija, pueden interpretarlos, aproximadamente, tres actores y tres actrices. Además, se escuchan distintas voces en «off» con obsesivo clima. Empieza el ácido (no desmadrado) «show» con el presidente que llega y monta números en cadena para desarreglar todo y poner las cosas peor con su espíritu de feriante y sus trapos sucios. Hasta que pierde en las urnas pero sin reconocer la derrota, y organiza un golpe, un cachete de Estado. En la segunda parte, los reyes viven su asfixiante rutina, y a los nuevos reyes les ocurre algo parecido. El (d)emérito acoge la sucesión de escándalos y las supuestas corrupciones refugiándose en un lujoso hotel extranjero con privacidad absoluta. Aburriéndose en su exilio de oro. Solo, con achaques de hombre mayor, evoca sus líos y confiesa en un intento de redimirse. «Me he equivocado y no volverá a ocurrir»… Difícil ejercicio de destreza interpretativa en la parte final, desdoblándose, fusionándose el principal actor con sus dos papeles. «¿Por qué no te callas?», dice alguien. Me callo. Hasta la página siguiente.
Marc Llorente
/ Script and dramaturgy
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