Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/R/quellagusvale.pdf
Que ella gustaba rememorar así: mi día.
Aunque todo el mundo estaba al cabo de la calle del hecho ― puntual, como puede comprenderse, puesto que no era un gesto cotidiano el ir regalando por ahí días, y ni aun minutos, a nadie porque, en primer lugar, siendo tantos difícilmente podíamos tocar a más de uno y, en segundo, porque se veía con muy malos ojos eso de adelantarse a los acontecimientos desprendiéndose por propia voluntad de algo que, al fin y al cabo y sin esfuerzo alguno, se terminaría de todos modos perdiendo ― de que había sido doña Magdalena quién, cierta noche, requerida lejos con urgencia por al parecer enfermedad repentina de una señora que tenía que expirar al amanecer sin falta, se lo había entregado antes de partir, a escondidas y envuelto en su pañuelo de batista bordado, junto con sus pendientes y la explicación, que ésta vez sí que dio, de que allá donde voy, hija, tienen de todo y nuevo de manera que “ellos” la aprovisionarían de cuanto hubiese menester sin tener ella que ocuparse de nada.
Bernardina entonces había querido llorar, enternecida porque, sí, se murmuraban muchas cosas de ella y algunas poco decían en favor de lo que Basilia en término no poco anticuado denominaba “su honra”, pero, a la hora de la verdad, Bernardina era tan exigente para consigo misma que llegaba a imponerse metas tan ambiciosas a alcanzar tan a tan corto plazo que “no tan aprisa”, la frenaban porque las lágrimas, lo mismo que las carcajadas, resultan ridículas si no se tiene un perfecto dominio sobre la técnica; y, eso, llevaba su tiempo…
Transgresiones
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.