Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/alicia/ysinoloso.pdf
y, si no lo soy, contaré la bronca que me echó por la tarde en el museo del Prado, frente a la fragua de Vulcano — le expliqué a mi amigo intentando devolverle la confianza en mis dotes creativas que, por su actitud distante y la mirada ausente que dedicaba a los papeles, me daba la impresión de que empezaba a perder — por tener tan poquísimo seso y tan prácticamente nulo sentido de la responsabilidad tomando decisiones de tanta importancia y que afectan de un modo tan esencial a, dijo, “las vidas de todos nosotros” e incluso, abundó, las de personas del todo inocentes que están lejos tan tranquilas o tirando de sus propios problemas como pueden o su creador les da a entender y no tienen la menor idea ni de nuestras existencias ni de los líos que nos traemos.
– Con lo sencillo que hubiera sido que usted — “me reprochó, abanicándose con el catálogo”, catálogo que en realidad no era tal sino un periódico deportivo, doblado, que llevaba bajo el brazo un hombrecillo de mono azul que tomaba un cortado en la barra — se inventara otro tipo de historia; de otras gentes que no fuésemos ni yo, ni mi marido, ni sus padres ni mis hijos ni nadie de nuestros familiares ni de nuestros conocidos ni de nuestro entorno. Y ahora — “agregó en tono muy sereno, doblando el catálogo y metiéndolo en su bolso”, dije mirando cómo el hombrecillo salía por la puerta con su mono — pretende salir del embrollo en que nos ha metido a todos desviando la atención del lector, confundiéndolo de una forma del todo deshonesta con no sé qué bronca que, entérese, y vaya si es que quiere salvar su obra cambiando de idea, no pienso echarle y, menos aún, aquí, delante de todo el mundo y sola, sin ningún apoyo, sintiéndome totalmente desvalida sin la presencia ni el respaldo de mi marido,
Y ya tenía puesta la coma, y la coma es prueba inequívoca de que a continuación va a venir algo , cuando Lola — y como mi amigo, al oírme nombrarla, pareció salir de la modorra (o desinterés) en que lo venía viendo sumido y, de nuevo interesado, alzó la mano derecha y con el índice marcó en el aire uno de esos puntos indefinidos que indican aquiescencia o que la ocurrencia es buena, pensé que la opción era acertada y me animé a continuar —, porque Lola tiene la mala costumbre de, simulando estar limpiando el polvo, leer las páginas por encima de mi hombro y de hacer comentarios, me saltó con un “usted sabrá, pero convendría que tuviera más o menos pergeñada una buena explicación de cómo habían llegado al museo”.
– “Vamos, Lola”, le respondí — le dije a mi amigo —, y que no me hiciera perder el hilo con minucias ahora que me empezaba a encarrilar porque que eso qué más daba; y que habríamos llegado en metro o en autobús.
– “No señor”, replicó Lola — le seguí contando aunque omitiendo que el “señor” no era ese “señor” respetuoso que...
Versaciones
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.