Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/alicia/porquelai.pdf
Porque la intención había sido en un primer momento esa, la de continuar; pero ahora ― recordando cómo había, de pie ya él y yo sentado recogiendo los papeles aun, notado su mirada burlona clavada con mucho desprecio en mi coronilla mientras me remedaba en tono zumbón repitiendo un “rifirrafe” que me resultó terriblemente hiriente porque sonaba a “memo” o “gilipollas” ― no estaba seguro de si de verdad lo deseaba; o no por ese camino, por lo menos.
Me quedé mirando a la ventana ― ventanal, en realidad, bastante grande como suelen ser en esos sitios ― pensando cómo lo harán, en las casas nunca están tan limpios…
Te digo que no y punto; sé que dije en voz baja y, a mí mismo sólo en el pensamiento porque, vamos a ver: ¿tú qué quieres?
Ya lo has oído. Me contesté: Algo más.
Garabateaba, mientras tanto, en el reverso de algún papel absurdo, un ojo, una casita, un árbol y redondeles y palabras… sitios, limpios, una debajo de la otra y otra vez hasta cinco, o seis, o siete veces; y otro ojo, y una chimenea y humo… ¿tú, que quieres?
Que llueva.
Imaginando que sería bonito; y si no lo era se ajustaría a algún tipo de esquema… era, esquema, complementándose, apoyándose, reforzándose, el ánimo sombrío y goterones, gruesos, rebotando contra los cristales… ¡lástima!
Te digo que no y punto.
Pero de llover no estaba.
No estaba de llover, y el cielo azul; pero y qué si, de fondo, el runrún incansable de una hormigonera.
Así no hay manera.
Y lo escribí también hormigonera, manera, pensando en trinos de pájaros que, rompiendo el aire frío de la mañana azul, pondrían el contrap… ¡Mierda!, ¡mierda, mierda, mierda dos veces “azul”!
¡Mierda!
Hice una pelota con el papel y lo tiré a la… al cesto de los papeles no más mierda.
Llamaron a la puerta.
¿Más mierda?
Anda que, qué mañanita.
Pensé no contestar, hoy no he venido, pero en qué otro sitio podrías estar, so imbécil a las once de la mañana en jueves.
Así que dije pase y, una voz desconocida: aquí lo tiene.
Mie…
– Su expediente, sí ― atajó ―: el 27459.
– ¿No había otro? ― repliqué, sin poder contenerme.
– Sí, claro ― repuso ―, pero el que usted necesitaba era éste, pero traspapelado como estaba y, yo, en mi primer día de suplente…
– ¿Qué pasa ― quise cambiar de tema por no perder los nervios definitivam… Carraspeé y seguí, como si nada ―, por cierto, con Gutiérrez?
– Tenía ocho días de vacaciones pendientes.
– Estará usted, por tanto, con nosotros hasta el próximo…
– Viernes.
Depositó el expediente sobre la mesa y me preguntó si quería algo más; le contesté con bastante sequedad que no, gracias.
Se dio la vuelta, caminó erguido hacia la puerta y, con la mano ya en el picaporte se giró y ah, se me olvidaba.
Dijo.
Y que tenía que comer ― explicó ―, pipas, algo de grano y, muy de tarde en tarde, algún mendrugo…
No continuará, lo juro.
Versaciones
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.