Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/E/entretantasmen.pdf
Un día, como por jugar y sin sentirnos movidas por ninguna intención en concreto, hicimos esta pequeña tontería:
Dice pero no regresé y, eso, entre tantas mentiras y tanto como inventa sin saber ni para qué ni adónde vaya a conducirlo, pudiera por una vez en la vida ser verdad o, por lo menos, serlo en parte; lo sabemos porque ha llegado pronto, más pronto de lo habitual y, sin cenar ni cambiarse la ropa de la calle, se ha encerrado. En su despacho, sí; y no ha puesto la radio.
Pone la radio cuando quiere ahogar el silencio que producen las teclas cuando las mira fumando, cigarrillo tras cigarrillo, sin resolverse a teclear…
Pero esta noche no ha puesto la radio y ni siquiera ha ido (que es lo primero que hace siempre) a mirar si al canario le estaba faltando alpiste o agua.
Llevaba un rato, poco, allí cuando habría debido a lo mejor sonar el teléfono porque él, como si lo atendiera, ha pronunciado frases aisladas, vocablos sueltos como cuándo o pingüino y que de verdad se sentía del todo constern… pero, en fin, ya qué importa y, un poquito separado en el tiempo, que casualmente, en la mesa de al lado; la chica había desenvuelto un regalo y lo había dejado allí, un poco roto pero, como era bastante grande porque, dijo, yo sé la ilusión que él tenía le pidió que se lo diese; y que la chica había dicho que bueno y que, una cosa así, era bastante difícil de conseguir aunque, otra vez, ya qué importa.
Luego ha soltado una carcajada y dicho no me jodas y que por qué iba a ser y, eso tendría que estar siendo la despedida, que a la mierda.
Y pues porque no soy Dios y que – con la particularidad de que en el despacho nunca ha habido teléfono – si ha sido tu error o tu capricho allá tú pero conmigo no cuentes.
Luego ha salido y se ha marchado a la habitación y se ha tumbado en la cama y allí ha estado, mirando al techo vestido pero sin zapatos y el codo detrás de la cabeza silbando; cuando iba ya a apagar la luz la ha echado un poquito hacia atrás y, al crucifijo, buenas noches y recuerdos a tu mamá.
La puerta del despacho la ha dejado abierta, así que a ver mañana…
El canario agua tiene, pero muy poco alpiste y nosotras no podemos remediarlo y sí sólo sufrirlo, esperar, con un nudo en la garganta, a que se dé cuenta antes de que sea demasiado tarde y evitarse, así, o evitarnos, el trago tan amargo de tener que relatar un desenlace doloroso o – casi más amargo aún – no mencionarlo siquiera porque “la vida sigue” y, si va a estar uno (o una) prestando atención y deteniéndose en circunstancias tan irrelevantes, se corre el peligro de “estar en otra cosa” cuando se debiera estar, todo ojos y oídos, presto o presta a dar noticia puntual de hechos en verdad cruciales de la vida, de la existencia, del devenir, de…
Mira, hemos cogido carrerilla y no se nos ocurre ningún de qué más; que nos pasa con frecuencia cuando nos obsesionamos y, de la mano de un desmesurado afán perfeccionista o de un irrefrenable deseo de protagonismo, seguimos y seguimos narrando, dando voz (por llamarlo de algún modo), plasmando negro sobre blanco o en cualquier otro color todo cuanto acontece cuando, quién sabe, tantas veces resultaría tanto más elocuente el callar…
Los silencios: sí.
Nadie lo hace. Es verdad.
Nadie tiene el valor, la valentía, de mostrar cuatro, o cinco, o diecisiete páginas en...
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Como es la primera vez que hacemos este experimento no nos hemos atrevido ― no sabríamos precisar si por no abusar de la paciencia del lector, o por miedo a que se ceben en nuestras carnes magras los buitres del olvido (mera sofística, pero queda elegante, ¿verdad?), o, que por qué no confesarlo, por temor a desatar la ira de la señorita Acracia, que, mire, si quiere, qué decía de nosotras la muy… (Elipsis); aunque puede ser un bulo contado por algún alumno vengativo al que suspendiera alguna vez ― a distanciarnos de las otras, las de más arriba, en las propugnadas diecisiete páginas que usted en alguna parte seguro que ha encontrado
Firmado: Nosotras, las palabras
De entre los papeles
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.