Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/Z/zapatosquefueron.pdf
Zapatos que fueron de algún muerto llevando al que hoy los calza por caminos regados por el llanto de otras gentes y por las risas, por los proyectos, por las traiciones y amores y desamores de esqueletos que soñaron vivir imaginando que lo serían luego.
Gafas con cristales empañados y graduación inadecuada mostrando al que mira a través de ellos las deformidades del mundo grotesco que otros antes contemplaron mal trazado y peor dispuesto desde los ojos apagados aún que espectros anteriores les cedieron.
Manos que se demoran en tactos o caricias o texturas que fueron las sentidas ya por otras que ya en otros recorrieron otros cuerpos ya provistos de los errados rumbos ya trazados por los pasos equívocos de quienes los dieron pensándose en el futuro espectros.
Labios dibujando las sonrisas y muecas y palabras garabateadas sobre el papel mojado de un olvido que no llega con el rasgo instruido, adoctrinado, malversado de guiños y mensajes y de gestos delineados a punta de cuchillo sobre las cortezas de los mismos árboles en que los nuevos muertos seguirán grabando los viejos corazones.
19 de noviembre de 2012
Sin etiquetar
Poesía
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.