Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/alicia/quefupapondificiles.pdf
que fue, para ponerlas más difíciles por si no lo estaban ya bastante, exactamente lo que hice retrocediendo, regresando como integrante de uno de los grupos al escaparate donde el niño leyera lo de la mariposa revoltosa (tres velocidades) mientras el señor Ramírez, en el otro, charlaba animadamente porque yo, al parecer, le había devuelto el habla y, ahora, abandonada la silla de ruedas y la mantita a cuadros con que Celedonia le cubriera amorosa durante tantos años las piernas inmóviles para que no se quedase frío, concertaba con mucho entusiasmo (con una de esas empresas de esas que creo se llaman de trekking) un viaje al Aconcagua en tanto que, Sonia, en la cocina, preparaba una tila para la fisioterapeuta que, no poco atribulada y no menos confusa, lloraba y reía alternativamente no sabiendo si tenía, ante la nueva situación, que llorar a moco tendido porque se quedaba sin trabajo, o de alegría ante la situación (nueva también) de que terminaba de recibir un WhatsApp de Cris, muy cariñoso, pidiéndole perdón e informándola de que había roto con la abogada y rogándole le devolviese el hueco que, nunca, hubiese querido él perder en su corazón.
Versaciones
Selección Cris
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.