Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/R/redoblaban.pdf
Redoblaban los tambores, repicaban las campanas, galopaban enjaezados los corceles de la fama y clamaban en las torres, en los campos y en los mares, las voces de los augures anunciando que en lo alto, de las frentes, de las miradas festivas de los que las percibían, se agitaban los albores de apenas soñadas dichas celebrando que las nuevas, buenas nuevas mal heridas, no habrían de morir sin antes descabalgar de sus sillas y, pie a tierra, mano al cinto, enfrentarse a los temores que fieros se debatían por no perder lo ganado, ni antiguas prerrogativas, ni bajar de pedestales en los que resplandecía el fulgor de tanto fuego de artificio y de mentira como los había encumbrado a las simas en que habita lo más oscuro del alma, lo más necio de la ira, lo más rojo de la sangre que en las mejillas palpita; y allí dejarlos tirados, humillados y vencidos, a merced de sus quebrantos y sus ponzoñosas filfas para después proclamarse, ellas solas aun con vida, las únicas que merecen ser honradas y que digan los cantos de los que trovan y las cuerdas de sus liras, que fueron las buenas nuevas portadoras de noticias anunciando que habían muerto los tiempos en que cundían por el mundo los desastres y por sus gentes la fría sensación de que ya nunca habría contento ni risas.
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Coplillas
Poesía
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.