Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/N/notecomoseagarraba.pdf
Noté cómo se agarraba con sus uñas a mi pecho, y trepaba, a la garganta, y allí se quedaba quieta esperando a que amainara la tempestad de un muy recio sentimiento de abandono, o de olvido, o de desprecio urdida en alguna parte que no debía de estar lejos porque llegaba el bramido rugiente del tableteo de los disparos cruzados entre el querer y el no puedo.
“Tienes que poder” me dije.
“Tienes que querer” te reto.
Y así estuvimos un rato entre ir y venir de truenos, y de rayos y centellas y de la furia del viento que arrancaba en sus embates algún que otro brote tierno de qué fuera qué pudiese, cuando aún estaba yo a tiempo de querer lo que pudiera no causarme sufrimiento, ponerme a salvo de ciertas cogitaciones inciertas meditadas a la sombra del engaño en que era presa.
Hoy no sé si pude o quise, ni si amainó la tormenta, o si fueron las inciertas cogitaciones traviesas meditadas a la sombra del engaño que se aleja, lo que arrancó de mi pecho las garras de una dolencia que se bate en retirada ya cansada ya discreta sin dejar de sí más rastro que una ya imprecisa huella de algo que fue qué no quiso la vida que sucediera.
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Coplillas
Poesía
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.