Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/I/incongruencia.pdf Los trinos de un jilguero danto saltos por entre las ruinas de Hiroshima. El desamor con que se entregan al juego del amor tantas y tantas gentes. Los rayos de sol acariciando, arrancando destellos festivos y dorados, a la bayoneta que se hunde en un abdomen. Los ríos de tinta desembocando en la mar de veces que la tinta sólo emborrona páginas. El gemido del viento. Pequeños cráteres malévolos entrando en erupción en las mejillas de una adolescente. Los ríos de sangre empapando incansables páginas de diarios. La erección de un ahorcado. La risa loca de un sauce que se desboca equivocado. El amoroso enjugar de la gacela las lágrimas del cocodrilo que va a devorarla. Los ríos de lava demorándose, prodigando, sin pasión ni ira, blandamente, sus tórridas caricias sobre Pompeya y Herculano. El gélido, desapacible crepitar del tronco en el hogar donde habitan dos leños, pero ninguno vive. La pasión con que se odia lo que no se entiende. El batir de alas de mariposa posada sobre la espiral que cuidadoso dibujase el defecar paciente, concienzudo, de una vaca. 24 de enero de 2015 Etiqueta: Entelequios Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.