Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/E/elverticetorcido.pdf El vértice torcido del agua grana se desdice del canto de los ramajes que descuidan sin cuerpo que los relate el barritar florido, casi hilarante, de los garitos tiernos por virginales que bordan de colmillos sin desbarrarles antaños de otros tantos (por disparejos) zumbidos de azulinas pequeñas zarpas dibujando, en las piras que ya no alcanzan a doblar las esferas que se desatan, ringleras retorcidas entre reencuentros de palidez augusta y roce de ciertos acallados resortes que trufan miedos. Y, por si acaso, desfilando a la broma de altos melgares, el silbo chato apenas que rompe el cuarto (no por creciente herido sino por la tibieza con que la voz pronuncia nada que hieda a color ni a trasunto de formidable) primer quinto lamento de un descifrado fervor de haladas brescas serpenteantes por (entre ver sonidos y escuchar graves, acusadas ausencias de amor de enclaves) desmedir un tiempo que se encabrilla sin saber que no es suya la gracia tarda que alimenta los rizos que el tejo ensalza. 22 de julio de 2015 Etiqueta: Entelequios Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.