Sobre la obra
http://valentinalujan.eu/L/llegadosrec.pdf llegados recientemente de provincias que, entusiasmados y ansiosos por incorporarse al frenético ritmo vital de la ciudad hasta el extremo de sin siquiera aguardar a ponerse un poquito al día y aprender aunque sólo fuera unas cuantas normas generales de conducta y las reglas más básicas del funcionamiento de nuestra comunidad, lo primero que hicieron fue pelearse sin, en contra de lo que otros afirmaran en su momento y en su día, prestar la menor atención a las instrucciones recibidas en lo referente al corazón de la abuela ni a la forma correcta de manipularlo para que no se rompiera el orden secuencial de los acontecimientos que venían sucediéndose desde el día en que una niña de la clase de la señorita Marcela estuvo leyendo a sus compañeras en el recreo unos documentos que debían de ser muy antiguos porque dijo que los había encontrado entre unas tibias un tío suyo que era explorador y habrían, si nada se torcía, de desembocar en una historia y una identidad que Alicia podría confeccionar si no a su antojo sí por lo menos a medida y bien sentada (la historia) o perfectamente definida (la identidad) salvo que no se aviniesen ― y se daba ella cuenta de que con esa posibilidad se debe contar siempre “habida cuenta de lo borrega que puede ser la gente”― ni la una ni la otra a lo que a ella personalmente más le gustase o, si algo se torcía (posibilidad que no debe jamás desecharse por impensable), en algo que bien podría suceder en algún archivo que debería, para que las cuentas cuadrasen y Benilde no se disgustara, enlazar desde (o de retroceso a): “que ya lleva esta casilla y este distintivo ― diría, no importa cuál de las cuatro ―, de manera que aquí habría que quitarlo y poner otro” y, en eso, no habría argumento lo bastante sólido como para quitarles la razón, ni en grupo ni de una en una y dependiendo, eso siempre, de su antigüedad en el cargo y de los derechos adquiridos en virtud de sus respectivos méritos. Etiqueta: Baulito Categoría: Telas
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.