Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/Y/yqueunavezpersuadida.pdf
y que, una vez persuadida al cabo de reiterados intentos sin obtener resultados satisfactorios de que obtenerlos no iba a ser posible sin regresar tal vez no al punto de partida pero sí al lugar del que venía, me decidí, aun a mi pesar, por tocar sí[1] y desandar parte del camino para, una vez recortados los flecos de la gotera de la vecina que habían quedado sueltos, desentenderme del espejo y de su mirada y, en algo que no puede decirse sin mentir que fuese un borrón y cuenta nueva porque a la vista está sin tachadura alguna, volver a colocarme en el punto del que partiese para, desde allí, tomar un nuevo camino, un rumbo distinto que me condujera al problema pendiente y, quién sabia, si a una solución que se había negado a contemplar impertérrito, taimado como son todos los espejos devolviéndolo todo del revés, alegando que sí, que no estaba prestándome atención y entendiendo mal cuando fumaba, tranquilamente y con la decisión de dejar las cosas como estaban tomada — que recuerdo perfectamente que me la tomé con el último sorbito de café al poner, yo misma y con mis propias manos, el tapón del fregadero —, un cigarrillo sentada, aquí, en el suelo. [1] Ver aquí
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.