Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/prosa/malquelep.pdf En el fragor de la quietud mal que les pesase a los presentes bajo los efectos perniciosos hasta la saciedad de lo muy endeble del argumento esgrimido por el del violín aduciendo que todo había sido una patraña por desacreditarlo y siempre — igual que en el supuesto anterior, ya que las premisas y sus equivalencias había que mantenerlas por muy escurridizas o renuentes a ser sostenidas que pudiesen parecer en aquella primera e informal toma de contacto — a la sombra de que la verificación de los resultados soportase sin pestañear ni dar muestras de fastidio la prueba del nueve o, en su defecto o lacra que bien pudiera haberle venido de fábrica porque nadie recordaba haberla visto antes perfecta y sin más mácula que un pequeñísimo lunar en la mejilla izquierda (y eso nada más cuando muy de tarde en tarde sonreía), pestañeando si no sabía evitarlo y dando todas las muestras que tuviese a bien de puntillas, festones, nidos de abeja, vainica doble y, hasta si se estiraba un poquito y con esmero, punto de cruz y raya y media vuelta y adiós muy buenas si es que la tenían muy, pero que muy harta. 18 de junio de 2023 Etiqueta: Enteléquios Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.