Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/Q/observancia.pdf Observancia vaticinio onomástica perjurio, propaganda paraísos discordancia postulares, descalabros campamentos flatulencias mocedades, y, atendiendo a la propiedad inherente al desuso de arrogancias casuísticas, mejor no demorarse en andanadas, que, todo el mundo lo sabe, no agarran en los terrenos pedregosos y se entusiasman, con la brevedad torva de voluminosos cuatrimestres, perorando a diestro y a siniestro o - porque algunas las hay, a qué negarlo - la zaga, remolona si tardía, del todo hacia allá. Y que, si se siguen al pie de la letra las indicaciones, no habrá de qué preocuparse porque – siempre ha sido la consigna – no tiene, se lo aseguro, pérdida. O que, si no, al tiempo y ya verás. Y que, muy poco antes de venirse abajo, “luego me cuentas y tal”. Porfiando siempre, que – a veces se lo pregunta mano a mano con sí misma – cuándo, de una puñetera vez, te cansarás. – Pero que, cuando menos se lo espera, la asaltan unas ganas incontenibles de rebuznar. 19 de febrero de 2023 Etiqueta: Quimeras Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.