Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/Q/cimarron.pdf Cimarrón monosílabo empuñadura asfalto, derroche abracadabra percusión recinto, altramuz desencanto atardecer sediento, al albur, tan a su pesar liviano por errabundo cumplimiento de, porque si ha de caber la desazón encontrará su hueco, algún sabor, azulado o de sarmiento, trepando, a uñas y dientes la maraña de anzuelos desbordados; y, porque conviene no olvidarlo, regresar, antes que rompa el claro, a la sazón reseca del olvido que no cede, ni otorga, ni se enfanga, lejos del sí y del “no matarás” que se retuerce anubarrado entre las ramas. Sin resuello ya, se duele, tras sus pasos. ¿Será en abril? Pero que, ya, a más que memorice, no lo sabe. Y que “¿qué le parece?” — dice — cuando, “a punto que estaba, fíjese usted”, de poner la tapadera de la olla. – ¡Cómo que hay que tener mucho cuidado! Tan traviesos que son. – Y que lo diga. Ayer mismito. – Pues menos mal. Aunque, en primavera, seguro que sí. Y que vuelva si quiere… … a estornudar. Que ya está bien. 17 de febrero de 2023 Etiqueta: Quimeras Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.