Sobre la obra
Indudablemente no albergó la más leve sospecha de estar perteneciendo al tiempo o al lugar a los que remitían unos recuerdos que, por otra parte, no tenía seguridad alguna de que fueran propios o, tan sólo, el reflejo en las paredes, en el cielo, en el agua del vaso que sostenía en su mano izquierda que, pensó, fuera nadie a saber si era suya y no de la sombra que acechaba, inquieta, por detrás del hombro derecho de alguien inexistente y silencioso que se divertía abrumando a los desconocidos con sensaciones, soñadas, o inventadas, o extraviadas en alguno de los cruces de caminos que llevaban, a cuestas y con notable esfuerzo, a un amanecer que se resistía a mostrarse tal cual no pudo saberse si por pudor o por llevar la contraria a la dirección del certamen organizado al objeto de agasajar a una concurrencia abigarrada y variopinta, pero sumamente elitista y exigente, que no habría, en modo alguno o de ninguna de las maneras – que vendría más o menos a ser lo mismo – a transigir con la idea, perniciosa y un tanto escorada, como si pudiéramos decir (si es que pudiésemos) ligeramente al sesgo, atenta, según su inveterada costumbre, de mostrar el mejor de los perfiles, que si no eran del todo suyos tampoco iba nadie, eso sí lo sabía con razonable certeza, a venir a reclamárselos habida cuenta de que, como todo el mundo sabía, no podría haber nadie en el mundo que a estas alturas (y no se tenía noticia de que por aquellas latitudes cupiese la posibilidad de algunas otras mejor equipadas para el evento) pudiera presumir de algo tan corrosivo aunque efímero como habían sido, en su tiempo, por supuesto, y no en este en el que nos movíamos por entre barrizales y despojos de habilidades tan valoradas como fueron, ya desde pequeñitas, tan graciosas, tan simpáticas aunque un poco feuchas o, al menos, no lo bastante bonitas como hubiera sido de desear si, cosa rara, hubiera alguien sabido qué demonios podían ser los deseos. 1 de enero de 2023 Etiqueta: Quimeras Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.