Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/Q/brontosaurio.pdf Brontosaurios, primaveras, tirabuzones, proclamas; que desde cuándo ni de dónde se ha visto tan de mañana… Hombre, por Dios y la virgen, y santos en sus peanas, que, habrase visto, de lejos, asomar por la retama… No, si cuadrar sí que cuadra; pero que ¿Cómo le diría yo? Mayormente, que a ver si usted me entiende, por no pecar de… ¡Tanta cosa! Y que por dónde empezar, ¿verdad?, para no perderse en divagaciones por esos andurriales que… ¡¡¡Si yo le contara!!! Pero, como muy bien vengo de decirle, para qué. Para qué si usted está, que lo estoy viendo yo, al cabo de la calle y, una, ¡lo que son las cosas, mire usted!, empantanada a estas alturas. Así que… Pero, sea como sea, que tenga un buen día y, como suele decirse, pelillos a la mar. – ¡Salada! – Sí. Tiene mucha gracia. Y que salta, a ojos vistas, que salta a la vista. – ¿Cansada? – No. Solo un poco de astigmatismo. – Pensé que… – No; ya. Si eso puedo entenderlo. Pero, en fin… ¡Allá usted! – ¿Y usted? – Pues aquí ¿Dónde va a ser? – Siendo así… – Así es. 20 de febrero de 2023 Etiqueta: Quimeras Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.