Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/T/tevillegardelejos.pdf Te vi llegar de lejos. Te vi pasar tranquila. Te vi dejar tu rastro. Te vi llevarte el mío. Te vi ser fría y altiva. Te vi ser desalmada. Te vi ser engañosa. Te vi rodar sin rumbo. Te vi torcer el mío. Te vi amarga y errónea. Te vi adusta y lasciva. Te vi arañar mi tiempo. Te vi arruinar mis días. Te vi enterrar mis sueños. Te vi apagar mi risa. Te vi alentar mi llanto. Te vi urdir pesadillas. Te vi surcar mi frente y hacer lentos mis pasos, y endurecer mis venas y dejar en mis manos presagios de tu ocaso. Pero no te vi nunca de cerca ni de frente, ni mirarme a los ojos, ni atreverte a decirme soy lo mejor que tienes. Eres ruin y cobarde, mezquina y egoísta; y necia y muy pagada de cuánto se te mima, de cuánto se te adorna, de cuánto se te aprecia, de cuánto se le teme al dolor que prodigas. Pero he de verte un día, de lejos, muy tranquila, revolcarte en el fango de la nada perdida esperanza que aguarda a que por fin te extingas. Te diré adiós entonces con mi mano marchita. Y reiré yo sí entonces, tan feliz en mi dicha que podré darte un beso sin rencor en la frente y susurrarte un quedo, dulce, casi amoroso adiós… … mi vida. 30 de diciembre de 2009 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Prosa
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.