Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/G/aquelloshoyue.pdf y que, por ser tan característicos de la sonrisa de las personas felices, jamás de la vida hubieran podido hacer pensar en final semejante a alguien que no fuese la madre de las Verdasco que cuando se vio allí, de pie, en el centro de la escena y delante de todo el mundo mirándola aguardando expectante qué era lo que tenía que decir, se quedó —quizás por ser una situación tan nueva para ella acostumbrada sólo a las tertulias de ventana a ventana, con las vecinas, mientras tendían la ropa— totalmente en blanco y no se le ocurrió cosa mejor que echar mano del trágico desenlace de la novela que, a lo largo de innumerables vicisitudes acaecidas a lo largo de 3492 capítulos, había terminado aquella misma tarde y era por lo que la hermana mayor del chico de los granos, bastante simpática en condiciones normales, había contestado con tan malos modos cada vez que la hicimos levantarse para acudir a contestar al teléfono. Etiqueta: De entre los papeles de un baulito chino Etiqueta: Telas de araña
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.