Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/S/nopare5.pdf Bueno, pues si está aquí la respuesta es, a ojos vistas, que me sigue. Y es una lástima porque esta versión ― que habría de ser, ateniéndose al orden establecido mediante el que por lógica pura ha de invitar a seguir el sentido común, la número cinco ― debió de caer en manos de algún desaprensivo que, perezoso, no quiso molestarse en respetar su integridad y omitió, así por su cuenta, todo lo concerniente al “quiénes somos” y todo lo demás entendiendo ― quiero pensar ― que el enorme vació que estaba dejando al silenciarlo ya lo rellenaría/n con su/s respectiva/s enormidades el/los lector/es o la/s lectora/s sucesivos/as en cuyas manos fuera cayendo… Pero, puesto que es claro y palmario y evidente que no sucedió así y no menos palmario ni evidente ni claro que por qué habría de ser yo, precisamente, quien lo rellenara con mi… iba a decir “particular enormidad”; pero mis particularidades ni son enormes ni tienen, y con esto le estaré confiando una, nada de particular. Así que, para no desperdiciar el viaje ― suyo y mío; que si yo lo he traído, y si usted lo lamenta por su “¡lástima de mi tiempo perdido”!, también yo me lamento por las pérdidas de la lástima y del tiempo mío ―, lo voy a llevar directamente al punto en que, en resumidas cuentas y fuera por la razón que fuese buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en despertar como ambrosía… Así: sin esperarlo. La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar, pero si tenemos que explicarlo todo nos dejamos de sofisticaciones y decimos, por poner un poner, que era lejía ― con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más aficionada a las películas musicales de las Gongordiola ― que pero, bueno, eso es muy elástico… – ¿Elástico? ― Doña Patricia ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico? –Como muchíssssimo ― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano. – ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece? Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea. –Ea ― doña Patricia ―, no; Micaela. –Pero, ¿cómo ― la Gongordiola ― que ea no? –Pues como que no, sencillamente. –Mira, Patricia, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me saque de quici… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez? –Ya. Si no ― doña Patricia ―: si algo sí. A lo que voy es a que… –Lo que ella está queriendo decir ― la Gongordiola aficionada a las películas musicales también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser… –Ah ― la aficionada a las películas musicales se calma; se calmó, pero sólo durante los segundos que empleó en cortar los dos filetes de babilla que reservaba todos los lunes para la de Pomares ― ¿Y alguien conoce, personalmente a alguien que… –Pues Don Remigio. – ¿A quién conoce Don Remigio? ― Inquisitiva, irreductible; devolviendo la pieza de babilla a su lugar entre el solomillo y la cadera y clavándole el preci... –A nadie, Zoila ― la Gongordiola aficionada a las películas musicales pero menos es, era, infinitamente más tendente a la hipocondría. Y le explica ―: Nosotros, todos, conocimos a Don Remigio… – ¿Y qué le pasó? –Bueno ― Patricia ―, nos contaron que le dio algo a la cab… –Ya – la Gongordiola, simulando ignorar que Marta Cuervo la mira con ojos algo ansiosos porque tiene prisa, limpia, parsimoniosa, la sangre del cuchillo ―; pero quiero saber qué. –Una apoplejía, o embolia o… –Antes ¡Antes! ― Y como por congraciarse con la Cuervo corta, muy deprisa, tres cuartos de quilo de lomo de añojo. –Pues que nunca fue niño. Fue Micaela, la primera vez que abría la boca, quien lo dijo. Luego ladeó un poquito la cabeza y la volvió a enderezar... Etiqueta: Quienes Versiones Categoría: Telas de araña
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.