Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/doc/Que%20sol%EDa%20tenerlo%20siempre.pdf Que solía tenerlo siempre, no porque en casa hubiese mucho sino porque ella era bastante organizada para esa cuestión y, además, como mi padre trabajaba en el banco y su sueldo era siempre el mismo – incluidas las horas extraordinarias, que él hacía siempre las mismas y eran todas las que le permitían –, era sencillo llevar un control a menos que hubiese que llamar por alguna avería al electricista o al fontanero. Pero ella misma ya lo tenía en cuenta e iba apartando de a poquitos para esas cosas y, ese dinero reservado, lo colocaba debajo de una estampa que tenía en una caja de cigarrillos ingleses de color verde que ponía The Greys. Es decir: encima de la estampa el dinero de gastar a diario, y debajo de la estampa el remanente. Cuando se veía obligada a levantar la estampa más de lo deseado (con más frecuencia de lo deseado, quiero decir) decía fíjate – mirando compungida a aquella virgen o santa que volvía a posar con brusquedad antes de bajar la tapa – qué mala sombra. Etiqueta: De entre los papeles de un baulito chino Categoría: Telas de araña
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.