Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/Dbre10/de%20puntillas%20y.pdf de puntillas y con los zapatos en la mano a veces, con la hora pegada a los talones y la corbata colgada del codo, que ya se la pondría en algún semáforo porque la tía soltera de la del tercero era una señorita de una más que muy cierta — “¡pero que muuuuucho, oiga!”, solía echarle años de sobra (en su inconmensurable largueza ) y una “u” bastante larga la del cuarto (número 2) sin querer dar a entender, “entendámonos”, que es que “yo, mire usted, no es que quiera a ver si usted me entiende decir que” — edad más que terciada que no iba a entender cierto tipo de flaquezas de la carne de sus vecinos más ni mejor de lo que hubiera comprendido las de un marciano o las de cualquier otro de los seres impensables y extraños de los que, se venía rumoreando aunque nadie se atreviese a concederles crédito ni darles pábulo, poblaban nuestro sistema planetario; pero vaya si, y pese a que se la tuviese por una pobre vieja ignorante, entendía, aunque callase y dejara correr el agua porque, como ella decía, “¿qué sentido tendría que le cortara el paso no teniendo intención de beberla?”. – ¿Qué bebe entonces, vino? — Preguntaba mordaz la deslenguada de la de Correa. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.