Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/Dbre10/de%20Mar%EDa%20Eulalia.pdf de María Eulalia, la del séptimo, que cuando tras dejarle la casa literalmente patas arriba regresaba tan satisfecho del deber cumplido diciendo que Clotilde, la cocinera de don Atiliano, andaba retrasada {por culpa de un hojaldre para volovanes en los que no andaba muy ducha — y no debía descartarse, por tanto, advertiría a la concurrencia, que fuera sustituida por una de las sobrinas del tenedor de los libros del señor Pedreras —} pero omitiendo, astuto, la más mínima alusión a cuánto la del séptimo había protestado { y cuántas amenazas había proferido contra su persona poniendo, incluso, a Dios por testigo de que nunca más consentiría en que pusiera sus zarpas, “¡pedazo de Adán!”, en los cajones de su cómoda ni en sus mantelerías. – ¿Y qué quieres que haga yo, María Eulalia, si he de cumplir el cruel destino que me deparó mi suerte? — se excusaba.}, hubo, aun no queriéndolo, de renunciar a un discurso que llevaba tan bien preparado y — repárese en el detalle — a tres colores, por causa de tener que elegir entre seguir imperturbable su camino o detenerse — perturbado — a forcejear contra una Voluntad {no férrea del todo pero sí muy cabezona que, de repente y por sorpresa, le salió al paso al doblar una esquina espetándole sin contemplaciones “¡soy tuya!” y que, por tanto y sin desear en absoluto ella que pudiera sentirse acosado frente a declaración tan vehemente, lo invitaba a ir a la casa suya y, allí, tranquilamente, recapacitar juntos acerca de unos planes que si por causa de su intervención — “y conste que no quiero asustarte”, le dijo — se consumaban lo condenarían a de por vida tener que hacerse cargo y proveer de alimento y vestido a toda una patulea de resultados, quién sabía si no tremendamente engorrosos de encontrar, inherentes o consustanciales a “esa — y torció la Voluntad el gesto con disgusto — criatura tan dependiente y expuesta al capricho de flujos sometidos a muy diversas presiones”} que, si en verdad se creía tan suya como venía de proclamarse, no iba a dejarse arrinconar sin ofrecer resistencia y, por no andar perdiendo tiempo y energías, más le iba a valer escucharla. ─ ¿Qué piensas tú, Voluntad mía — le preguntó resignado—, que debo hacer ante semejante disyuntiva? ─ Pues tú verás — replicó ella —, que no quiero ser una Voluntad dominantona; pero yo que tú y ya que estás aunque sin saber por qué ni cómo en la oca de agua de los ángeles, que no es como comprenderás moco de pavo, aprovecharía para sin demora ahuecar el ala. Porque, le explicó, la susodicha o de Bernoulli, en el 35, venía “lo sé yo de buena tinta” — dijo — pisándole los talones. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.