Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/trans/Genovevareconoci.pdf sin que su dignidad sufriera daño al admitir que había procedentes de algún ignoto lugar fuerzas extrañas que ni ella misma sabía explicar confabulándose para impedir que hiciese de su capa un sayo “porque de lo contrario — y sobre este particular sí daba la sensación de lamentar, a juzgar por el tono quejumbroso, el sentirse a veces tan condicionada — yo nunca habría dado el visto bueno a… ¿qué os diría yo?; aquel matrimonio tan desigual y tan de conveniencia de la pobre Julianita”. – ¿Conveniencia? ¿Es que siempre que por cualquier razón surgiera el tema del casorio de la de Retamales con Jacinto tenía que saltar alguien? – Conveniencia, sí. – ¿Y a quién convino? Pregunta un tanto impertinente que en alguna junta general se había acordado por mayoría el suprimir pero, por negligencia o mala organización, seguía figurando en las copias que se prestaba a una encarnizadísima polémica porque a nadie le resultaba grato el asumir su parte de responsabilidad en la muerte ― prematura e innecesaria pero las cosas en la vida vienen como vienen y nadie tuvo la culpa, en un principio, de que aquel día precisamente Genoveva tuviera que acudir al juzgado para comparecer como testigo en un juicio de faltas no exactamente graves pero sí muy llamativas pero inevitable, al parecer ― de una prima hermana de la de Cremades que era por aquellos días la que iba mostrando según todas las encuestas las mejores dotes para ocupar su puesto (el de Genoveva) cuando Isabel Lozano se mudara a un chalé que sus padres habían comprado en una urbanización muy elegante de las afueras; y porque a nadie le resultaba grato el evocar un hecho tan luctuoso y tan carente de sentido en una persona tan joven, por un lado, y por otro porque a la comisión que se formó para ir a pedir a Claudio Puerto que el novio fuese él le resultó tan humillante el tener que volver con las orejas gachas porque dijo que lo sentía pero que ese día y a esa hora concretamente le venía fatal porque su madre le había cogido hora en la peluquería para que le cortasen el pelo que había rogado encarecidamente que nunca más se hablase de un fracaso tan rotundo y se acordó complacerla y, en tercer lugar, porque Adoración López se negó en redondo a ser la madre argumentando que ella necesitaba su tiempo para hacerse a la idea de un niño tan pequeño pero no se disponía de ese tiempo porque según todos los cálculos el chiquillo tenía que nacer ― echando cuentas de cuándo se había puesto tan trágica una de las abuelas lamentándose “verás cómo me llama el Señor antes de haberme dado nietos” y Salvadora, por contentarla y sin encomendarse ni a Dios ni a Roque, dijo “¡pero qué tontería, si la Julianita está embarazada!”, se llegó a la conclusión de que habría sido en el mes de julio ― en los primeros días de abril no había quedado más alternativa que recurrir a ésta, la Retamales, que era una chica muy formal, de familia bastante buena y muy estudiosa, pero frágil y delicada de manera que, dijo la mujer de don Joaquín, “prepararos que menudo embarazo nos espera”. – Pero si total ― la de Durán, señalando por la ventana abierta a una especie de helecho silvestre que había agarrado años atrás en una junta de una de las bajantes de la casa de enfrente ―, no van a ser más de un par de semanas o tres. Y es que, era verdad, el helecho se ponía muy hermoso en cuanto apuntaba la primavera. Etiqueta: Transgresiones Categoría: Telas de araña
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.