Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/laloli/Laloli2.pdf
– Es muy amable por tu parte el haberlo pensado; pero, no.
– Pues muchas gracias.
– De todas formas, para la falta que hace una en ninguna parte…
– De cualquier modo ― se acarició el pendiente, cavilosa, como dubitativa no sabiendo si… ― no está de más que te tomes tu tiempo.
– ¿Hay que ponerse mordaz?
– No; no es eso.
Porque se llevaban muy mal y se culpaban ― decir “mutuamente” o “respectivamente” sería mucho afinar; pero que se llevaban fatal sí que era fijo, y con afirmarlo solía bastar ― en silencio de comerse a escondidas los bombones y las frutitas glaseadas que solían estar, mientras duraban, junto a unos guantes y un abanico que apenas se usaban salvo para ocasiones muy especiales y lo que solía denominarse “plena temporada”; pero la temporada no estaba siendo aquella tarde plena ni para lo uno ni para lo otro: para los guantes porque eran de esos largos de hasta por arriba del codo, en seda roja concretamente de los que suelen llevarse con muchas sortijas de brillantones por encima y mucho escote y, además, aunque hubiesen sido de tafilete o de cabritilla normal, apuntaba ya desde el amanecer el característico tiempo hermoso propio de la época; para el abanico tampoco porque, aunque las tardes empezaban a ser largas, la temperatura daba gusto pero no tanto como para necesitar darse aire.
Había que inferir ― si se tiraba por lo grande, que en plan sencillo se admitía bastante bien “entender” o “comprender” o, en plan de medio lujo aunque sin demasiadas pretensiones, “deducir” ― por tanto o así las cosas que si no era ni verano ni invierno nada más que podía estar siendo primavera u otoño y que, en consecuencia, ni el abanico ni los guantes eran objeto de las miradas furtivas al cajón de arriba del secreter de junto a la vent…
– ¿Qué es, entonces?
– Bah, déjalo, cosas mías… Que la Brigitte lleva unos días que no sé… Pero no anda muy…
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.