Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/U/unareceta.pdf
que no es, por cierto, aquella otra ni la misma que cualquiera, alguien, quién sabe, puede recordar haber leído que no era de bartolillos.
Pero a veces pasa. Una serie de palabras — tan pocas, en realidad, si te paras a echar cuentas, en cada idioma — y con sus letras — tan pocas también, que, ¿cuántas letras tienen incluso los idiomas que más letras tienen? —, combinadas las letras unas con otras forman, dan lugar, a infinidad de palabras que, combinadas con las innumerables palabras a que dieron lugar otras innumerables combinaciones de letras, componen frases que, a pesar de tantas posibilidades (probabilidades, mejor, tal vez), resulta extremadamente difícil construir alguna que algún otro alguien no haya construido, dicho, escuchado, pensado, leído, que no le traiga a la memoria el lugar, el momento, el ambiente, el entorno, las personas que estaban ocupando, habitando, respirando, hablando o escuchando o pensando una frase idéntica aunque teniendo en mente un recuerdo, una emoción, o un sentimiento diferente.
Así que, no; no se confunda usted creyendo que ya ha pasado por estas líneas o por cualesquiera otros cientos o miles o millones de líneas por los que pueda pasar o haya pasado a lo largo de su vida y que, ahora, aquí, en este instante que será su instante distinto y distante de este instante mío en el que yo tecleo, está (estará) leyendo o va a leer lo que ya leyó alguna vez.
Dijo, tendiéndole esta página que por entonces contenía
– Me temo — le respondió, tomando en su mano el papel pero sin dedicarle una mirada — que quien se está confundiendo es usted; yo ya sé que no es, por cierto, aquella otra ni la misma que cualquiera, alguien, quién sabe, puede recordar haber leído que no era de bartolillos.
Pero a veces pasa. Una serie de palabras — tan pocas, en realidad, si te paras a echar cuentas, en cada idioma — y con sus letras — tan pocas también, que, ¿cuántas letras tienen incluso los idiomas que más letras tienen? —, combinadas las letras unas con otras forman, dan lugar, a infinidad de palabras que, combinadas con las innumerables palabras a que dieron lugar otras innumerables combinaciones de letras, componen frases que, a pesar de tantas posibilidades (probabilidades, mejor, tal vez), resulta extremadamente difícil construir alguna que algún otro alguien no haya construido, dicho, escuchado, pensado, leído, que no le traiga a la memoria el lugar, el momento, el ambiente, el entorno, las personas que estaban ocupando, habitando, respirando, hablando o escuchando o pensando una frase idéntica aunque teniendo en mente un recuerdo, una emoción, o un sentimiento diferente.
Así que, no; no se confunda usted creyendo que ya ha pasado por estas líneas o por cualesquiera otros cientos o miles o millones de líneas por los que pueda pasar o haya pasado a lo largo de su vida y que, ahora, aquí, en este instante que será su instante distinto y distante de este instante mío en el que yo tecleo, está (estará) leyendo o va a leer lo que ya leyó alguna vez.
– Es muy posible, incluso a mí me ocurre en ocasiones — le replicó — sin embargo, e imagino que en esto estaremos de acuerdo, el lugar, el momento, el ambiente, el entorno, las personas que estaban ocupando, habitando, respirando, hablando o escuchando o pensando una página idéntica aunque teniendo en mente un recuerdo, una emoción, o un sentimiento diferente, no serán nunca las mismas que, ocupando o habitando o respirando o hablando o escuchando o pensando una página idéntica aunque teniendo en mente un recuerdo o una emoción o un sentimiento diferente, puedan afirmar, como afirma usted, que una receta manchada de grasa y que no era por cierto de bartolillos…
– ¡Ah, claro que no lo era!
Y que lo mismo que tampoco lo es esta, dijo, pero a veces pasa que una serie de palabras, tan pocas en realidad si te paras a echar cuentas en cada idioma y con sus letras tan pocas también que ¿cuántas letras tienen incluso los idiomas que más letras tienen? combinadas las letras unas con otras forman y dan lugar a infinidad de palabras que combinadas con las innumerables palabras a que dieron lugar otras innumerables combinaciones de letras componen frases que a pesar de tantas posibilidades (o probabilidades, mejor, tal vez) resulta extremadamente difícil construir alguna que algún otro alguien no haya construido o dicho o escuchado o pensado o leído que no le traiga a la memoria el lugar o el momento o el ambiente o el entorno o las personas que estaban ocupando o habitando o respirando o hablando o escuchando o pensando una frase idéntica aunque teniendo en mente un recuerdo o una emoción o un sentimiento diferente.
Ya, pero, y a ver si nos centramos, por favor ¿de qué coño era la puta receta de los co…
– Cogollos rellenos.
¿Cogollos rellenos?
– Cogollos rellenos.
Pues, fíjese, esa casualmente me la sé.
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.