Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/papeles/queseveiaclara.pdf
Que se veía claramente que no era, ni tendría por qué serlo, tantos baúles como hay por el mundo y tan distintos, y que hubiera sido mucha casualidad o, de no serlo, sí algo premeditado, forzado, traído como suele decirse por los pelos… un baúl verdadero sino dibujado y, ese sí, premeditado, ya que se apreciaba el cuidado, o el capricho, o las ganas de juguetear con que se aplicara a ello alguien que no tuviese algo más importante o urgente a que atender.
Así que, no; no pretendía ni de lejos ser una foto, ni siquiera una réplica, o una broma, que hiciera referencia al que tenía yo, ahí, enfrente de mis ojos, en el que ella se sentara y diese un salto protestando estos chinos se clavan en el culo que es un horror.
Y quise, para comprobarlo, sentarme; y lo cerré. Y sí, ella tenía razón, que aquí están los chinos, que les hice una foto, para que los mire quien quiera, tallados tan en relieve que sí, que cualquiera entenderá que ni yo miento y ella exageró al exclamar que se clavaban en… Un horror.
Si eran, sin embargo, y también saltaba a la vista, verdaderos los objetos fotografiados de lo que cabría suponer fuera su contenido. Pero eran objetos todos lógicos y normales, sí, pero demasiado heterogéneos, unos demasiado grandes y consistentes, como zapatos o un guante de fregar, que no sufrirían daño ni deterioro por estar ahí tirados, quizás de cualquier manera, en tanto que otros eran muy pequeños, de apariencia frágil, como la pequeña miniatura con un busto de mujer pintado sobre nácar o la bandejita de color verde decorada (en la foto no llega a apreciarse) con incrustaciones de lo que podría ser también nácar y una muy fina, delicadísima filigrana de hilos de oro.
No. Esos objetos no podrían estar, así como así, en ese baúl que, además, era demasiado pequeño (lo medí, a cuartas de mi mano, que era lo único que tenía a, bueno, mano); unos 65 centímetros de largo por 30 de ancho y algo menos de alto.
No podían caber tantas cosas que, además, dónde estaban. Mi baúl sólo estaba — bueno, ahora ya vacío — lleno de papeles y nada más papeles.
Pero…
Caí en la cuenta de repente; no tenía por qué tratarse del mismo baúl. El que contuviera los objetos fotografiados no tenía por qué ser mi (que no lo era, pero para entendernos) baúl.
¿Y para eso tanto medir y tanto cálculo?
“Eres un ser absurdo”.
Y lo cerré, contrariado; y amontoné los papeles, un poco de cualquier manera porque como ya estaban revueltos qué más daba.
Y agarré la llave para bajar a buscar el papel, el que yo de verdad necesitaba y por el que tanto había suspirado.
¡Suspirado!
“Suspirar por algo tan prosaico — casi sonreí, enternecido — que para qué lo estaría queriendo yo”.
Y me acordé…
“Joder, idiota, y para qué iba a ser”.
Y me reconfortó saber que, eso sí; o, bueno, que eso no. Que ni el objeto ni su uso eran una especie de desvarío de mi imaginación.
Aunque había dejado, no sé por qué, de parecerme urgente.
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.