Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/doc/Libro%20telas.pdf
Es posible que así, en fotografía y sin ningún otro objeto con que compararlo no se aprecie el tamaño; pero es un buen tocho de 671 folios (folios, folios; no DIN A4) mecanografiados y en encuadernación rígida forrada en tela.
Le dije “¿y este mamotreto?” y respondió que estaba en un banco de su lugar de trabajo.
No había nadie cerca ― era una de esas mañanas de otoño bastante grises, anubarrada y con viento que lo tenía de mal humor porque, dice, “me siento frustrado”; y que la primavera es una gloria ― y, harto de batallar, se sentó y allí estuvo un rato, abriéndolo y cerrándolo y dedicando ocasionalmente miradas asesinas a “tanta maldita hoja que…”.
Le dije “bueno; ya vale. Cálmate” y que, entendiera, el mundo es como es y de nada vale luchar contra los elementos.
– ¡Pero si no luché! ― respondió ― ¿No te he dicho que me pasé la mañana ahí sentado, como un vago, mirándolo?
– ¿Y no era de nadie? ― Le pregunté.
– Con la mañana tan horrible allí no había un alma.
Así que, cuando dieron las tres y malterminó un poco de cualquier manera con las hojas, cogió el metro y se lo trajo a casa.
No figura en ninguna parte ni autor, ni editorial, ni nada de nada. Además, ya digo, son folios (no DIN A4) mecanografiados directamente desde la máquina de escribir; así que…
Luego, a la mañana siguiente, como le gustó ― lo primero que hace en otoño e invierno nada más levantarse es mirar por la ventana; la temperatura no le importa, pero el aire… ― ver que el día estaba muy calmo se dulcificó, le afloró la bonhomía y dijo que como tenía toda la pinta de ser un único ejemplar lo iba a llevar a objetos perdidos.
Yo no dije nada; pero me había gustado ese título tan extravagante. Así que esperé otro par de días y fui, yo, a objetos perdidos, explicando que un libro así y asá de 671 folios (no DIN A4) con encuadernación rígida forrado en tela roja y las letras doradas…
Que me lo había olvidado en un banco del Retiro, dije. Y me lo entregaron sin rechistar.
Que el libro en sí mismo no es que me hiciera a mí falta ninguna, que eso ya lo sé, y el título que es lo que a mí me interesaba era tan sumamente fácil de recordar de puro raro que podía memorizarlo aunque no estuviera viéndolo; pero se me metió a mí en mi cabeza que me hacía gracia — un poco puede que por aquello de la vanidad de estar teniendo algo distinto y que no tendrían, seguro, ninguna de mis amigas — conservar un libro del que (porque en eso podía estar teniendo razón mi marido) existía nada más un ejemplar.
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.