Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/A/anadieselehub.pdf
por la cabeza, por lo visto o porque no tocase, tan fuera de lugar y lejos, lejísimos, del escenario de los hechos, a manos llenas sí, pero terriblemente torpes o en exceso pequeñas para poder abarcar (pese a los denodados esfuerzos de los unos y el entusiasta jalear de los otros), aunque nada más fuese a medias y forcejeando por que no se le cayese, tan redonda, rotunda, inmensidad de hechos entremezclados y confusos que rodaban, ahora, ladera abajo como bola de nieve o, por buscar un símil que no quedase tan frio ( o distante o desabrido, que tiempo habría si el tiempo acompañaba a decidirlo), de fuego que — y saltaba a la vista como rana de agua hirviendo — nos abrasaría hasta dejarnos reducidos a cenizas; pero, lo que son las cosas cuando las cosas están de Dios, dijo la abuela, se les pasó, sí, aunque no por la cabeza sino por…
Que nos quedamos sin saberlo, por cierto, o por prudencia de Estramonia que, conociéndola, propinó con disimulo un codazo a Purificación para que, aunque fuese nada más por esa vez, cerrase el pico y tuviéramos la fiesta del entierro de don Fulgencio el artillero sin meter demasiado ruido y, en la medida de lo posible, en paz y aunque solo fuera relativa y harto endeble.
Y que en su honor, le musitó, al oído, indicando con un leve movimiento de la cabeza suya el ataúd.
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.