Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/oca/6paradel5al42.pdf
que ha sido, a pesar de todos mis temores y de tanta inquietud como el sólo hecho de tan sólo pensarlo me ha venido causando durante tanto tiempo, una de las decisiones más acertadas que he tomado en mi vida ya que, no es sólo lo ordenado y limpio que lo tiene todo, ni lo bien que me tiene atendidos a Indalecio y a Manolita (que resultó ser hembra; pero a él lo tolera muy bien y hasta parece que lo escucha con agrado), sino lo meticulosamente ordenados que me tiene los cajones de la mesa que — he de confesarlo enormemente avergonzado — es cierto que durante las primeras semanas los tuve cerrados, con llave, por si se apropiaba de mi obra o me la plagiaba pero, un día, o más exactamente una noche, recibí un mensaje en el móvil (de los que se leen, no mensaje hablado) que, suspicaz como de siempre he sido, tan pronto vi que era de ella — porque fue algo que sucedió muy al principio, cuando todavía desconfiaba porque aún no la conocía — imaginé ya antes de pulsar en “leer” que iba a ser poniendo alguna excusa (alegando por ejemplo que tenía que acompañar al hospital a algún familiar enfermo, o que le habían robado la billetera en el autobús y tenía que dedicar, “seguro”, toda la mañana “porque ya sabe usted — que hasta me parecía estarla oyendo, aunque el mensaje era escrito — cómo se ponen las comisarías en estos tiempos de tantísima inseguridad que vivimos”) para no venir al día siguiente; pero, cuando por fin lo abrí, el mensaje era muy escueto, sólo ponía vea esto seguido de las tres w dobles y algo más que son siempre la dirección de una página web en la que, me explicaba, encontraría, dentro de una flecha roja, las palabras vea esto.
Me explicaba también que haciendo clic en ese vea esto de dentro de la flecha roja llegaría a lo que ella me quería mostrar y, después de un punto y con su mayúscula y todo — detalle al que le encontré mucho mérito, tan engorroso como resulta el buscar en el teclado los signos de puntuación y las mayúsculas — me hacía la siguiente advertencia:
No pude hacer nada de lo que me indicaba porque mi móvil, mucho menos moderno que el de ella, no tiene internet y, como además me daba vergüenza contestarle con otro mensaje porque tengo muy poca soltura con los puntos y las comas, opté por dejarle — a la mañana siguiente, antes de salir para el ministerio — una notita escrita a mano en la que le daba las gracias por la advertencia del porcentaje pero la informaba, al mismo tiempo, de que no me era posible entrar en la página.
Eran poco más de las nueve y media cuando Gutiérrez compareció informando de que una dama deseaba verme.
No me dio tiempo a, sobresaltado al escuchar una voz con la que no contaba, apartar la mirada de mis papeles y levantar la cabeza para, disimulando la sorpresa que me causaba verlo ahí, decirle “hágala pasar” porque una mano femenina enguantada lo empujó, aunque sin brusquedad, a un lado, y tras dedicarle un escueto “perdón” taconeó a paso vivo hacia mi mesa…
– Ah, Lola — dije, poniéndome de pie —; es usted.
– Lamento enormemente interrumpirle; además, yo misma estoy bastante ocupada esta mañana y con unas lentejas en la lumbre… se las dejaré en el frigorífico en uno de esos recipientes herméticos, cuando por añadidura tengo que colocar la cortina de Indalecio que está en la lavadora. Pero en cuanto he leído su nota, tan importante como debe de ser para usted lo que intenté informarle, me he vuelto a calzar y he tomado un taxi.
– ¿Tan urgente es?
En lugar de responder hurgó con celeridad y afanosamente en su bolso; sacó su móvil y, mientras con el pulgar pulsaba con una destreza portentosa por los iconos...
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.