Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/alicia/podiatener.pdf
porque a lo mejor un día ― uno de esos días en los que uno (sin saber por qué y estando, a lo peor e incluso, pasando una de esas temporadas horrorosas en las que no se siente uno con ánimos para nada, desanimado y convencido de ser un ser {no, no puedo escribir ser un ser, aunque uno (yo en este caso) esté siendo un ser, porque, a ver si no, qué otra cosa un ser puede ser; pero mejor persona (que, entendámonos, no pretendo querer decir con ello ser una persona mejor, y que mala persona creo que no lo soy aunque, que también lo reconozco, sí que podría quizás intentar ser mejor, pero no quiero ahora entrar en filosofías y sí centrarme en lo que estoy), mejor aunque la aclaración resulte innecesaria porque creo que se entiende perfectamente qué quiero decir}convencido (estaba diciendo, o, bueno, escribiendo, claro) de ser una persona (mejor, que sí, salta a la vista que queda mejor) absurda a la que no volverá a ocurrírsele una idea inteligente (o, a lo mejor, mejor brillante, pero ya lo pensaré en otro momento) con la que poder continuar un trabajo con el que está atascado (y, encima, bloqueado porque el propio atasco lo angustia, y ya se sabe que la angustia paraliza y lo deja a uno sin fuerzas ni recursos)―, va y se encuentra, así, sin esperarlo, en el bolsillo derecho (aunque si mi amigo es zurdo, que ahora que me doy cuenta nunca me he parado a pensarlo, sería el izquierdo) de una americana que va a llevar a la tintorería la chuleta que guardó un día en un restaurante cafetería, quiero decir, cafetería, que lo de la chuleta me ha hecho confundirme y debe de ser porque tan absorto en el trabajo se me ha ido el santo al cielo y me termino de dar cuenta de que es tardísimo y de que tengo hambre.
Así que me marcho a comer y a la tarde seguiré…
No, que a la tarde tengo algo importante que hacer.
Que no se me olvide qué.
Pero mañana seguro que sí, porque en el ministerio no tengo otra cosa que hacer.
Continuará
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.