Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/alicia/notapreli.pdf
Aquí te lo cuento todo, María Eulalia, punto por punto y palabra por palabra.
Aquí te cuento, en primer lugar, no que le dije que exageraba, que eso ya lo sabes tú, y que yo nunca… Pero eso, mi bien amada María Eulalia, lo sabes también.
Lo que quizás no sepas es que, él, en algún momento ―no podría indicarte con precisión la página, porque tenía por entonces la mala costumbre de no numerarlas, y yo, tan obsesionado con mi obra, nunca me detuve para corregírsela ―, dijo “estupendo” …
Dijo “estupendo”, sí. Dijo “estupendo” y ahora ya lo sabes porque te lo estoy diciendo.
Pero, lo que quizás no sepas y puedas tal vez no saber nunca, es por qué lo dijo; y, eso, mi bien amada María Eulalia, te lo digo porque lo único que podría decirte es que a partir de aquel instante fue todo tan confuso, tan infinitamente más confuso de todo lo confuso que había sido hasta el momento, que, cómo podría explicártelo…
Puedo referirte, vagamente, que acto seguido yo le dije, o él me dijo, y que me contestó o que le conteste, antes o a lo mejor después de algo relacionado con un altercado ― “rifirrafe”, exactamente, que esa fue la palabra que él utilizó o yo empleé ―, algo que no te sabría tampoco decir qué.
Y que alguien gritó “¡socorro!”, así, entre admiraciones ― las comillas las he puesto yo, para ti, María Eulalia ―, sé que entre admiraciones porque se percibía una cierta elevación, o alteración en la voz, que daba idea de una cierta premura, sí, pero que, como al ser pronunciado (y escuchado) de viva voz no se podía ver si iba en mayúscula, sería no menos (ni más) aventurado ― y eso puedes entenderlo tú sola, María Eulalia, aunque yo no sepa o no pueda explicártelo ― el afirmar tanto que se trataba de una petición de auxilio o, por el contrario, de que quien lo pronunció estaba llamando a alguien que tuviera ese nombre y estuviese lejos…
Pero, ¿qué más da todo eso? ¿Qué más da, incluso, qué pueda sospecharse aunque sea tan solo por poner por caso, y en letra pequeña, en un pie de página que puede suprimirse, en cualquier momento, antes de pasarlo todo a limpio y sin tener que realizar grandes cambios que puedan alterar, o desvirtuar, la realidad de lo que se pueda pretender estar contando?
¿Qué más da todo eso, en realidad, ni a quién en realidad puede importar cuando la realidad en realidad es que la realidad es siempre tan…
Así que, María Eulalia, o Proserpina ― o quien en realidad seas cuando, en realidad, ¿qué más da ni a quién le puede importar en realidad quién en realidad seas, o seáis, tú o ella o cualquiera de las dos en realidad? ―, la realidad es que en realidad llego a la conclusión de que lo mejor en realidad va a ser que vayas al principio, aquí, en las primeras líneas (que te las dejo aquí marcadas para que no las confundas con cualesquiera otras primeras líneas que pueda leer, por poner por caso, no sé qué Proserpina), y, desde allí (o “aquí”, tal como te he marcado) podrás recorrer, paso por paso, punto por punto, y palabra por palabra, el largo camino (o corto, dependiendo de los atajos que se tomen) que me ha traído hasta aquí y que yo he recorrido, mi bien amada María Eulalia, para ti; para ti y que no quiero en modo alguno que confundas, y que pudieras a lo peor perderte en él, con cualquier otro camino que haya podido quién sabe qué impostor recorrer para quién sabe qué tampoco (o también) Proserpina que qué podrá importar a nadie, en realidad, saber quién es.
Con todo mi amor: tu Felipe
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.