Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/G/germanmancuer.pdf
de la tienda de ultramarino… ¡Pero, coño, ¿por qué tiene este pequeño hijoputa que tocarme los grifos?! ¿Alguien sabe el gasto que eso supone corriendo cerca, como él dice, de toda una semana?
Y que la chatarrera me perdone, que contra ella no tengo nada, y que si no es propiamente una santa ― aunque cerca le anda, que Dios sabe con qué paciencia y qué agrado, sin nunca una mala cara, cuidó hasta el último día a su suegra o, bueno, la madre dicho con propiedad de la querida, cuando se fueron ella, y Albertito y sus hermanos, a vivir con ellos cuando la hija se largó con un traficante y, la mujer, enferma, y para que los mocosos vivieran por lo menos con su padre y, ella, la chatarrera, como no podía tener hijos, pues… ― el marido muy bien merecido que tuvo que le pusiera los cuernos.
Y que nadie me diga “cállate Nicolás”, que si uno hablara…
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.