Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/m/motivosqueten.pdf
quizás esta misma noche tan pronto llegue a casa y por más cansado que esté o, si no lo estuviera y me encontrase sin coartada para no hacerlo quedándome por tanto sentado en el sofá frente a la tele, aunque vuelva a tener problemas con el vecindario furioso amenazando ― por culpa de Indalecio y del canto por el que con la velocidad a la que recita pueda ir y sin que quepa la esperanza de que, por mucho que le cunda y que le cunde, lo hubiera terminado de día sin que con los ruidos lo oyéramos nadie porque, ya me lo advirtió mi tía, cuando termina con el cuarenta y seis vuelve al principio ― con avisar a la policía pero, aunque tal suceda, solventaré el asunto todo lo deprisa que pueda llamando, si es necesario, a una floristería de guardia pidiendo que traigan, urgente, un ramo de rosas para doña Gardenia o, si las que más vociferan son las señoras de verdad que suelen ser bastante más histéricas, seis o siete docenas con sus respectivos celofanes y lacitos y que se los repartan y, acto seguido, cenaré cualquier cosa, dejaré los cacharros en la pila, me tomaré un café bien cargado para que no me entre sueño y, bien pertrechado de cigarrillos, hincaré los codos hasta que me los sepa de carrerilla.
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.