Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/T/tardespesa.pdf
¡Querida niña!
Tarde espesa y medio anubarrada de domingo de agosto que dedico a aligerar cajones. Papeles variopintos, apuntes que al releer reconozco y “ah, esto ya lo utilicé” que van yendo a la papelera, troceados, por esa especie de pudor que me asalta al sentir que un papel escrito por una misma — da un poco igual, a mí me da, si trata de realidad o de ficción — es como una fotografía que, aun hecha un gurruño, puede contemplar alguien que (como hay gente tan rara) hurgue, por la razón que sea, en la basura.
¿Y no es igualmente una fotografía lo escrito que se conserva en un cajón que un día abrirá quién sabe quién?
Sí. Pero si lo conservo — aunque sea nada más por olvido — y está en mi cajón de mi mesa de mi despacho de mi casa, todo mío, cabe suponer que si alguien lo mirase sería atentando contra mi privacidad. Y ahí no estaría yo teniendo ninguna responsabilidad.
¿Y publicarlo en internet, no es mostrarse?
Pues sí. Pero entonces ya es como una foto de estudio, un posado como lo llaman los del famoseo, y ahí ya pues quien escribe se esmera en presentarse un poquito bien acicalado si bien, si la ocasión lo requiere (que hay ocasiones para todo y cada ocasión requiere su aderezo), el acicale puede consistir en una cara sucia, o un pelo desgreñado, o en cubrirse de fealdad, o de harapos; de algo, en fin, poco favorecedor pero medido y estudiado.
Así que muchos de los papeles se han visto reducido a añicos. Pero he encontrado tres folios (cuatro, en realidad, que en el primero va, él solo y entre admiraciones, el título) — y digo bien folios porque son de verdad folios y no DIN A4 — cuyo contenido, que al releer ha evocado con encantadora frescura qué sentí aquella tarde que se cita, tengo la seguridad de no haber utilizado jamás.
Ha sido quizás por la frescura — lo de “encantadora” puede ser discutible, pero me estoy refiriendo a la viveza (no sin embargo grata), la verdad y el arrebato con que (recuerdo) escribí los folios — por lo que he pensado que me gustaría escanearlos, pero, he ahí el problema, el hecho de ser folios (folios, folios, ya digo, no DIN A4) no me lo ponía fácil.
De modo que lo que he hecho ha sido copiarlos, letra por letra, punto por punto, coma por coma y frase por frase.
Podía haber hecho correcciones — y, bueno, para decir la verdad alguna coma (no más de dos o tres) sí que he puesto o he quitado — pero no he querido, aun siendo consciente de que tiene defectos (de forma, y quizás también de contenido) pero defectos que son, de alguna forma, “complementos” para el acicale de cara sucia y de harapos con que libremente he elegido mostrarme.
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Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.