Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/D/delaeternidadydelo.pdf
Términos que utilizamos con ligereza sin saber qué significan fuera de los límites de nuestro entender y de nuestra percepción. Porque los humanos no podemos, desde nuestra finitud, alcanzar el sentido ni la dimensión de nada que quede más allá de los límites a los que por nuestra propia condición tenemos acceso.
De hecho, cualquier concepto, o idea, o sentimiento, a los que llamamos eternos terminan demostrándonos que en realidad no lo eran; no eran la réplica, la imagen que tenemos en nuestra mente de lo eterno.
¿Habrá que entender entonces que no existen realidades eternas?, ¿o tendremos que admitir que sí, o que tal vez, pero que son realidades creadas no a nuestra medida y no para nosotros?
¿No será tal vez que las eternidades de las que nos asimos no son realidades?
Todo lo que habita en nuestro cuerpo, y en nuestro intelecto, tiene forzosamente un principio y un fin; y todo lo que el cuerpo y el intelecto pueden abarcar tiene ineludiblemente que tenerlos también.
Pero llamamos “eternas”, tan desahogados y sin pararnos en barras, a contingencias que se dan en unas circunstancias concretas (y quizás irrepetibles, sí, pero) que, y para eso son circunstancias, dejarán de tener entidad tan pronto la sustancia en que se asientan cambie de estado o de lugar o de tiempo o de modo.
¿Por qué nos cuesta tanto admitir algo que sabemos?
¿Por qué nos obstinamos en fantasear eterno ese pequeño, limitado, mensurable y siempre terminable sentimiento al que llamamos amor?
Y no pretendo decir que es que no existe; pero sí que no lo conocemos, porque no nos cabe.
No nos cabe cabe2 la sensatez o la razón.
20 de octubre de 2012
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.