Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/alicia/silograb.pdf
a esta buena señora tan cargante y convencer a Ifigenía, una prima lejana de una de las hijas de la cuñada de la de Zabala ― que tenía más, porque se había casado varías veces, pero prima lejana de Ifigenia nada más que una ―, de que aprendiera a montar a caballo o vestirse por lo menos y aunque nada más fuera en plan de atrezo de amazona, no “tendríamos, en evitación de claustrofobias o de vértigos ― consideró Germán Mancuerna, el propietario de la tienda de ultramarinos de dos calles más arriba y de una inteligencia ponderada, aunque bastante a ojo, por debajo de la media del conjunto disjunto resultante de la intersección de las que se juntaban alrededor de la mesa del bar de Ambrosio en la sobremesa jugando al tute con carajillos o cafés y al lado de la máquina de café, sólo, sin carajillo, a la hora del desayuno, de la oficina de patentes y marcas de clase que representan (aunque eso no hacía falta ni decirlo porque lo sabía todo el mundo y hasta la mismísima señorita lo daba por sentado) a todo el intervalo para el cálculo de algunos parámetros como la media aritmética o la desviación típica de las inclinaciones o tendencias más estrafalarias o irrisorias que pudieran darse entre su distinguida clientela —, que bajar al trasterillo sin ventanas ni subir las escaleras sin barandilla que”, dijo, estaban.
Y la de Brumoso se mostró de acuerdo en ese particular en concreto, aunque no por eso dejó de protestar lo suyo y un poco de suelto que le prestó la de Cosculluelo porque “con tanta cháchara, yo te había pedido redondo de ternera y me has puesto solomillo que” dijo, y en eso tenía razón, es más jugoso sí pero también bastante más caro.
Y que estuviese más atento a lo que estaba y, a la de Cosculluelo, que muchas gracias y que se lo devolvía mañana.
Versaciones
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.