Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/Y/Y si mi amigo se.pdf
Y, si mi amigo se mostraba en verdad en desacuerdo y yo no lograba persuadirlo de que un personaje con el que no se había contado previamente podía representar un abanico (o un par de varillas, por lo menos) de posibilidades inesperadas podría echar mano, sugirió Gutiérrez , de Jorge Pintado, un chico al que conocíamos — dijo — porque era de nuestra misma clase (social, quiero decir; porque era de otro instituto y no sabíamos en qué curso estaba) y, aunque con posterioridad a la muerte de su padre no es que se contara mucho con él le podría servir, así de pasada y sin entrar mucho en profundidades ni grandes detalles (aunque tenía una nariz enorme, si piensa usted que lo podría utilizar como evaluador de fragancias), para que recogiera las pelotas de tenis cuando jugábamos (que, bueno, él no, que solo miraba) al mus y no teníamos ganas de levantarnos a recoger las que se les caían a la panda facinerosos que, con espumaderas a modo de raquetas pero pobrecillos como eran muy pobres, jugaban al pádel en el campito con muchas amapolas que, aunque no daba las medidas de una pista reglamentaria, hizo un papel bastante digno de encomio y no poca algazara allí, junto a la vía del tres al lado del rio, cuando tras años de tener las obras paralizadas el ayuntamiento terminó el polideportivo con una tapia tan alta que no podían saltársela más que con pértiga, que sí, robaron una, pero como era de poda dijeron que no servía porque no era del equipamiento requerido para un deporte tan distinguido aunque, dijo también, aunque no lo pongo ya en cursiva porque no podría asegurar estarlo repitiendo palabra por palabra y literal, si mi amigo no se mostraba reticente o yo lograba persuadirlo de que un personaje con el que no se había contado previamente podía representar un abanico, o un par de varillas solamente, recordó (por eso lo pongo en cursiva), como muy bien usted ha dicho, de posibilidades inesperadas él, Gutiérrez, guardaría las pelotas y las espumaderas en su taquilla aunque la pértiga, se lamentó, es demasiado larga aunque de poda y no voy a saber dónde meterla y, en su memoria por si la ocasión de darles utilidad se terciaba, a los facinerosos y a Pintado y, por supuesto, a su difunto padre que en gloria estuviese.
Y en eso quedamos antes de terminar la jornada laboral y marcharnos juntos a comer a su casa.
– Pero, vamos a ver — me dice María de los Dolores —, que como su colaboradora y correctora titular no me ha puesto mucho al tanto porque tenía que irse corriendo a recoger del tinte el esmoquin de usted, no sé yo si me entero mucho de qué va el asunto; pero, que yo sepa y creo que ella tampoco, usted nunca ha comido en casa de Gutiérrez sino de Ramírez, ¿o no?, ¿o tal ver mejor o sí?
– No. Sí. Si no, si sí y eso es así. Pero hoy es diferente porque está invitado el novio de su hija, y quiere presentármelo porque es el fotógrafo del que me habló.
Versaciones
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.