Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/Q/queloescribiasi.pdf
Que lo escribí así, en rojo, adrede, para al manejar los papeles recordar que no quería correr más riesgos, ni cometer nuevas imprudencias, ni que nadie me pusiera la cara colorada ni una sola vez más; pero volví, a pesar de todas mis precauciones, a sentirme frustrado porque, contra lo que yo tenía previsto y planeado, él no me mira con cara de no comprender, ni protesta “!Eso lo dirás tú!”, ni me da ninguna de las respuestas que no fuese yo capaz de imaginar que me daría mientras me fijaba en las manos del anciano porque se me ha olvidado, ido de la cabeza preguntarle aquello de que quién que no fuera un imbécil habría aceptado meterse en semejante lío.
Así que supongo que nos quedaremos callados, sin saber por dónde seguir, otra vez mirando por la ventana pero sin que en esta ocasión se me ocurra echar cuenta de si los cristales están limpios o no; y sin dibujar redondeles ni casitas ni árboles, ni chimeneas ni humo ni… ¡Nada de nada!
La mañana, además, está siendo hoy muy tranquila aquí, en el ministerio, de manera que ni siquiera puedo refugiarme en mis aburridos expedientes y toda mi actividad se reduce a pensar, discurrir, tratar de hallar una pista, un indicio que me pueda orientar de qué momento ni qué circunstancia propiciaron que mi vida tranquila y apacible se torciera, cambiara su sereno trascurrir y me enfrentara con toda esta vorágine…
Miro el reloj y como veo que aún falta un rato largo para que den las tres me dedico a, por matar el tiempo, juguetear con el abanico de las posibles causas que pudieron llevar a que la señora de Ramírez hijo ― creo que de momento será mejor que la continúe llamando así, porque si estaba justo entrando por la puerta parece obvio que puede llamarme Sonia tuvo que decirlo después ― llegase tan malhumorada y protestando de una lluvia que a pesar de que sus cabellos chorreaban yo no terminaba de ver porque, puedo recordarlo claramente puesto que habían pasado apenas unas horas, la tarde estuvo bastante despejada y ella, me parece estarla viendo, sentada en la butaca en la habitación que en los últimos días venía reconociendo como su pequeño cuarto de estar de siempre; mirando cómo las formas de las nubes se iban modificando para dejar de ser el mapa de algún país en el que nunca estuvo y convertirse tal vez en un dragón monstruoso, rugiente y amenazante, arrasando, abrasando, reduciendo a cenizas con su lengua de fuego todo cuanto encontrara... en su camino.
Anda que qué mal humor tengo.
Luego bostezó y se excusó con el posible dragón, quizás, alegando que eso de imaginativa tan sólo era una suposición que a saber si de verdad había pasado por la mente de alguien o era visto cara a cara tan temible aunque fuese nada más como hipótesis con poco fundamento; o bostezó tan solo sin haber recapacitado ni por un momento que fuera esto o lo otro o sin, incluso, haberse percatado de que estuviese existiendo, tan distraída y pensando en sus cosas.
De cualquier modo se puso en pie.
Y se sabe que se acercó a la ventana para a la luz de la farola mirar el reloj si bien, como no dijo a nadie qué hora vio, se alberga una duda razonable al respecto y se sospecha únicamente que ya debía de haber caído la tarde.
¿Sentía pereza?
Cabe inferirse que sí puesto que era persona hogareña, en primer lugar; y en lugares posteriores pero sin tener que desvivirse por establecer un orden riguroso:
a) porque no tenía costumbre de arreglarse tan tarde.
b) porque no sabía qué tenía que ponerse.
c) porque el único billete que tenia se le antojaba demasiado grande para el taxi.
d) porque había olvidado además el nombre de aquel sujeto y, encima, no habían concretado nada como quien dice acerca de los niños .
A lo mejor recordaba, si se ponía en situación y era capaz de concentrarse, haberlos mencionado, haber dicho aunque de pasada y atenta a otro quehacer los estoy acostando; y podría recordar también, ya encarrilada, haber instado a aquel tipo a espérame, que iré en seguida, ya sabes que me expreso mejor en persona que a través de este aparato y con las manos manchadas de harina, oliendo además a pescado.
Pues porque dijiste: unos salmonetes.
– Nos estamos liando.
Querías unos salmonetes para...
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.