Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/U/unasombracara.pdf
Una sombra en el tejado hizo mirarme al espejo y vimos entonces, él y yo, que no eran de agua sino de un material de aspecto duro y brillante, acero tal vez, que ululaba como si se tratase de una bandada de búhos y les confería, a ellos, la cualidad de espirales polvorientas ensortijándose en las ramas de los abedules para, acto seguido, derramarse por el pavimento resbaladizo sembrado de escollos transversales y multicolores, ribeteados de oropéndolas repetidas en un tono quebradizo, lastimero, que oscilaba entre las satíricas cuencas de un número indeterminado de ojos y el escaso deambular de frentes abatidas por opacas pesadumbres, al pie de una letra ilegible que, si pocos comprendían, muchos trataban de esquivar ocultándose a la sombra de no sabrían, nunca, precisar qué fatídicos designios que los perseguían causando, en su presuroso transitar, el latido mohoso de carcajadas evanescentes – teñidas del color de una sangre que a lo largo de cientos de suspiros erróneos se había vuelto insensible – que se dejarían oír lejos o demasiado cerca dependiendo, en todo caso salvo en ocasiones tan escasas que los pocos que alguna vez pudieran atrapar alguna la guardarían bajo siete llaves, de si mañana, o al cabo de la calle principal donde debían en un principio alzarse los edificios más emblemáticos de la ciudad, iban a ser cercenadas las esquirlas romas de un pasado angosto o, muy por el contrario – en un futuro que por qué no atreverse a predecir cuando qué se arriesgaba y atendiendo a exigencias de quienes por entonces esgrimieran el honor de saber evadirse de ser agasajados, nada fácil –, desechado por fin el ambicioso proyecto e impuesta la necesidad de resignarse ante la evidencia de que los tiempos que corrían cansinos y pálidos y desmadejados no daban pábulo a tanta ostentación ni tregua a tanto boato como se desprendía lenta muy lentamente de las comisuras ajadas de tantos paramentos – ornados hasta entonces de un cierto verdor demasiado extenuante – impregnando las ropas y los rostros de un color más oscuro que el del día anterior, elogiar el denuedo con que alguien encareciese la conveniencia de colocar un letrerito en el que se pudiese leer a cualquier hora del día o de la noche PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED.
Una mujer advirtió a una niña del peligro que entrañaba el permanecer tan cerca de lo que, a juzgar por la vehemencia con que la conminaba a echarse hacia atrás, debía suponerse el borde de algún abismo; pero la chiquilla no le hizo caso y en apenas unos instantes pudimos ver cómo enarbolaba lo que a simple vista habría podido parecer un argumento sólido que iba, o iría, a invalidar sus temores si los acontecimientos no se desarrollaban según la costumbre instituida desde hacía nadie pudo jamás precisar cuántos años.
08/05/2006 21:44:55
–Las diez menos cuarto, en definitiva — redondeó sin pes...
Papeles
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.