Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/D/Dedos.pdf
Dedos tecleando el teclado del ordenador. El ordenador. Su pantalla y en ella su página en blanco en la que se van depositando las palabras que los dedos teclean con sus mayúsculas y sus minúsculas y sus acentos y sus puntos y sus comas…
No, comas, no. O, bueno, ahora ya sí. Cuatro comas.
Sobre la mesa, de derecha a izquierda, bolígrafo, jarrón, que, bueno, entiéndase mejor florero o recipiente de cristal, que jarrón propiamente no es, más bien un paralelepípedo vertical lleno de agua y, dentro, tres ramas, o varas, tal vez, de bambú. Alfombrilla, de color verde, un poco sucia, para el ratón del ordenador sobre cuyo teclado, del ordenador, no del ratón, el ratón no tiene teclado, claro; sobre cuyo teclado teclean los dedos que van, no, bueno, ellos mismos no, que son sólo el vehículo, pero van, de alguna forma, depositando letras y palabras y frases sobre la página que no está ya tan en blanco.
A la izquierda del paralelepípedo, que qué poquitas veces se utiliza en la vida la palabra paralelepípedo, le pasa como a metacrilato o a incrustación, que también se emplean poquísimo, o taraceado, pueden pasar meses y años, puede que hasta algún lustro, o hasta la vida entera de alguien que no se vea en la necesidad de decir taraceado. Que puede decirla, sí, que por qué no, pero por puro capricho de pronunciar una palabra diferente de las que se dicen a diario en la vida corriente de quien no sea taraceador y que, por cierto, ese sí, el taraceador, cabe la posibilidad de que, por motivos de su profesión, pronuncie la palabra incrustación. Pero, ¿metacrilato?; aunque eso sí, existen muchos objetos de ese material. Se tienen, sobre los muebles, en forma de marcos para fotos o como soporte de, por ejemplo, esas bolas, esferas, más elegante que bolas, esferas de minerales veteados, o jaspeados, de diferentes colores que se utilizan para decorar.
Bueno. Íbamos por a la izquierda del paralelepípedo, que, en teoría o puridad, que qué poquito también y por cierto se utiliza en puridad y que debe de ser, cabe suponerse, porque en realidad o a decir verdad parecen más sencillos, más coloquiales o cotidianos en tanto que en puridad parece más adecuado, en puridad, y que puede que en realidad lo sea, para el lenguaje literario, pero no, y eso es casi seguro, locución que vaya nadie a escuchar de boca del ama de casa que, ante el mostrador de la charcutería, explique al charcutero que en puridad prefiere tan solo cien gramos de chorizo y no ese un poquito más al que suelen ser tan proclives los tenderos.
Y que esa es otra: proclive, proclividad, que se puede sustituir o reemplazar, o incluso con una sola e si lo que se desea es ahorrar, por inclinación o propensión a (lo que sea) pero con cuidado, eso sí, porque, y se comprende, un plano proclive o propenso no tiene demasiado sentido cuando, y salta a la vista, un plano que no es perfectamente horizontal será de forma (mejor manera, para no confundir con la forma y puesto que el plano puede ser redondo o triangular o incluso irregular) inexcusable u obligada, siempre, indefectiblemente, inclinado. Los seres vivos sí, en los seres vivos, sean racionales o irracionales, si cabe la posibilidad de que sean proclives o propensos o que tengan tendencia o afición a, en el caso de las personas, hacer deporte o natillas o punto de cruz y hasta cábalas o conjeturas en torno a temas de lo más variopinto; en el caso de los animales, no, que en el de los gatos, si lo primero que se pasa por las mientes son gatos, la inclinación tenderá más a subirse a las camas y a trepar por las cortinas.
Los dedos tecleando el teclado del ordenador se detendrán en breve y, ello, porque la mente que los ha ordenado teclear entiende, satisfecha, que han cumplido su objetivo de que la página, la maldita página obstinada en ser página en blanco, haya dejado de serlo.
27 de noviembre de 2022
Oquios
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.