Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/T/tejiendomilamores.pdf
Tejiendo milamores ardientes de violáceas reflexiones, empíricas, arrogantes, sinecdóticas, incólumes halando, lejos, más allá del esperpéntico aducir de ternuras y desmayos, restos exangües, desmedrados, humeantes de encendidas protestas, traicioneras, o mendaces, de indelebles nunca jamás para olvidares ya expirados; se apuran, hasta el fondo y sin alivio trasversal a las prebendas que obtuviesen de sus aquelarres las paupérrimas locuacidades escindidas de la espesa espuma oscura que amedrenta los agujeros que dejaron de filtrar insidias o agitar de constricciones y promesas, los escuálidos atavismos que arrostraron enrojecidos de pudor y arrobados de espanto el lado de allá de los espejos empañados que no reflejarán las miradas perdidas que escaparon de la tenaz, obtusa y alocada, verbosidad de las palabras planas para, de regreso al redentor fracaso, poder jamás haber tendido prometer el dorso astuto, ligeramente azul, de su derecha mano.
3 de octubre de 2010
Silogismos
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.