Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/B/devueltalascavernas.pdf
Que luego, pensando más despacio, considero que a lo mejor no sería tan malo: volver a las cavernas, olvidarnos de tantos siglos de civilización y de tantos cachivaches y trastos de que en nombre de ella, esa supuesta civilización, nos hemos ido poco a poco rodeando y dejando esclavizar; y volver a salir de las cuevas desnudos, con todos los recuerdos borrados, y empezar de nuevo a construir un progreso distinto basado en cimientos diferentes, encaminado a otros fines quizá menos mezquinos.
Y terminará por suceder, de algún modo; y lo mismo que civilizaciones anteriores que parecían del todo imbatibles quedaron reducidas a la nada sin más rastro de su existencia que unas cuantas piedras que acuden a mirar los turistas en sus chanclas, con sus pantalones cortos y sus cámaras de video al hombro, esta cultura nuestra del asfalto y las máquinas y tanto movimiento y tanto ruido, y tantas palabras pronunciadas para no decir absolutamente nada, desaparecerá igualmente… o de otra manera y, total, para dar paso a otra época que se volverá a aniquilar a sí misma… ¿Y así siempre?
Nunca he entendido, y ello es quizás porque me falta cultura, por qué a lo largo de la Historia, pueblos muy distintos y distantes de otros tanto en el espacio como en el tiempo han caído en idénticos errores con independencia de cuales hayan sido sus creencias, sus dioses, sus héroes o sus pensadores.
Existe pensamiento filosófico en todas las latitudes del planeta, de todos los colores, y tan bien argumentado y planteado el que nos dice “todo es, nada cambia” como el que asegura que “nada es, todo cambia”.
¿Cuál, de entre dos afirmaciones tan dispares, es la verdadera?
Tal vez lo que ocurre es que ambas tienen un algo de cierto; pero en tal caso no parece necesario que ni quienes elaboraron una teoría ni los que alentaron la contraria se tomaran la molestia de discurrir nada…
No hace falta ser filósofo para darle al coco, ni ser religioso para tener un criterio personal de qué es correcto o incorrecto, bueno o malo; ni ser legislador para decidir qué es admisible y qué es intolerable.
Es sí intolerable que la conciencia renuncie a su derecho delegándolo en qué dictan las leyes que mejor se acomodan al momento, y que las gentes obvien su criterio propio, o el que deberían tener como seres no sólo pensantes sino también sintientes ― no únicamente de sus propias sensaciones o apetencias o debilidades o inclinaciones sino del latir de la vida en todo lo que no forzosamente piensa pero sí con seguridad siente ― ante lo que no estaría mal que fuese enjuiciamiento limpio y desprovisto de argumentaciones mentirosas y sesgadas de sus propios actos…
Así matar es malo; y todo el mundo está de acuerdo en que lo es pero. Y ese pero abre las puertas a condicionantes que puede que tarden en arraigar, sí, pero terminan por instalarse en las mentes, y en las almas, hasta hacernos comulgar con la idea de que bueno, tal vez debamos ser comprensivos para con el crimen en según qué casos y transigir, como algo normal, con la pena de muerte, o con la aniquilación de tanta vida que acarrean las guerras, o con el asesinato de criaturas no nacidas porque, de un día para otro, alguien decide que aquello no es una persona; y al amparo de la ley prescindimos, por comodidad o por egoísmo, de qué íntimamente sabemos ― sin la sombra de una duda y por mucho que argumentaciones engañosamente científicas nos quieran persuadir de lo contrario ― como incuestionable porque… vamos a ver, que alguien me explique por qué si aquello alojado en el vientre de una mujer no es vida puede crecer y desarrollarse.
Y así matar a un criminal no es delito, y masacrar a las gentes porque hay una declaración de guerra de por medio tampoco lo es, y que millares de mujeres asesinen a los hijos que estaban gestando porque resulta que antes de no sé qué semanas un feto es nada más una masa informe se ha convertido en un derecho.
Me he desviado del tema...
¡Pero para eso estoy en mi página y en un mundo en el que se proclama que se tienen tantos y cuántos y tales o cuales derechos!
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.