Sobre la obra
https://valentina-lujan.es/H/habiaperdidoeltiempo.pdf
Había perdido el tiempo, un zapato, y la oportunidad de rectificar.
Lástima de zapato, pensó, rascándose el entrecejo entreverado de recuerdos tan angulosos que las uñas captaron al vuelo que no iba a ser necesario ser Pitágoras para entender que piezas tan irregulares sería mucha casualidad que pudieran encajar.
Consideró la conveniencia de sentarse a descansar, en una piedra, la primera que encontrase al doblar la esquina de la calle erizada, por alguna enigmática razón, de redondeos en su contra siempre; pero hubo de conformarse con dejar caer, cuan larga era y en absoluto corta, aquella habilidad tan suya para ―desprogramada, si, y a lo mejor hasta un poco herrumbrosa; pero que siempre había pesado en las almas de sus detractores no más, pero si lo suficiente, y aun necesario, como para obligar a que anduviesen ellas un poco escoradas, siempre del lado contrario al del avance calamitoso pero pacífico y bastante locuaz de un desconsuelo cargado de puntualizaciones y advertencias tanto, a ratos, de que podía no resultar del todo procedente dar un no por respuesta (acompañado sí de una sonrisa, y envuelta en una amabilísima polémica), tanto, a otros, de que no cabría, por más que se la ajustase y recortara, posibilidad ya de perdón ora de enmienda―, una vez deshechos los nudos con infinita paciencia y atado, con dos lazadas de cordón el zapato que sí le quedaba, despojarse una por una y con gesto metódico, pausado, de todas aquellas prendas que la adornasen cuando aun desconocía que no eran de ella.
Y se sintió ligera como una pluma.
¿Por qué, tonta, has esperado tanto; tan fácil como era?
29 de marzo de 2019
Soliloquios
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.