Sobre la obra
http://valentina-lujan.es/m/mujeresenlaresid.pdf
No voy a negar que lo de “algunos” va con un
punto de… digámoslo abiertamente, mala uva (que
puedo también y por qué no evitar tanta apertura
en el decir) pero es que – siempre lo dije ― y sé
que alguna vez se lo comenté a (…) y me
argumentó que es que no tuvieron tiempo para…
Vale, pero como yo le dije “imagínate un chiquito
en su pueblo; muy listo, pero en su pueblo y con de
eso que en los pueblos se llamaba antaño pocos
posibles. Como el chaval vale, porque vale, los
padres rompen la hucha y, ataviado él con su mejor
traje (el de los domingos) maleta de cartón llena de
vituallas en ristre, se dispone a tomar el tren
camino de la capital.
− Pero, y digo yo ― la madre ―, nosotros no tenemos familia en Madrid ¿Dónde va a
vivir el chico?
− Qué cosas tienes ― el padre ― ¿No va a ser estudiante? ¡Pues se hospedará, que la
palabra lo dice pero tú no te fijas, en la residencia de estudiantes!
− Ah ― la madre ― Qué tonta soy.
Pero el chico no se hospedaría en la Residencia de Estudiantes por más que, con muy
buena lógica, lo diga la palabra.
No hay más que ver el palmarés de los que en ella residieron.
Bien es verdad que muy posiblemente fuera el tipo de formación recibida allí lo que los
colocara en vías de llegar, como llegaron, a ser célebres cada cual en su disciplina; que
no fuera necesario llevar el apellido que a la larga les confiriese la notoriedad de que,
tal vez, antes de su paso por la Residencia y la celebridad el apellido no gozaba, un
apellido (puede) de no más poderío que cualquier otro apellido. Pero es cierto, y creo
que incuestionable, que quienes podían permitirse el acceder a tal institución eran de
familias al menos acomodadas, cuando no decididamente de clase alta.
Así que por eso lo de la retranca, si es que algo dicho con tanta (aunque no del todo
abierta del todo) retranca se puede decir en puridad que vaya con retranca.
Bueno. El caso es que esta tarde estuve viendo ahí, en la Residencia de Estudiantes, la
exposición Mujeres en la residencia de estudiantes.
Ellas, las señoritas, pertenecientes todas a muy buenas familias ― extranjeras muchas
(o eso se desprende del video que puede verse al final del recorrido), por cierto, que
no inmigrantes como sucede ahora ― aunque han alcanzado menos fama (creo, o al
menos para mí eran hasta hoy desconocidas) que los Miró, Buñuel, Dalí, Altolaguirre,
Alberti, Lorca y otros, hicieron cosas que me han parecido francamente bonitas.
Por ejemplo, este cuadro de Maruja Mallo.
Claro que también las hubo, como Joaquina Zamora, Francis Bartolozzi, Victorina
Durán, Menchu Gal, Juana Francisca Rubio, Delhy Tejero (escucho contar a la persona
que explica en visita guiada a la que no me sumo que su verdadero nombre era Adela,
que Delhy lo adoptó por algo que no he alcanzado a oír relacionado con la ciudad de la
India), Ángeles Santos, Marisa Roësset Velasco, Adela Ginés y Ortiz ― y puede que
alguna otra que no haya apuntado en las notas de mi móvil, que parece que las
nombro con un cierto desparpajo aunque, ya digo, no me sonaban de nada ―, que
destacaron en diferentes ramas de las artes; pero de eso no he podido enterarme, que
los letreritos eran muy pequeños y, de tanto cambiarme de gafas, me mareaba y tuve
que desistir.
Pero que, vamos, me ha gustado y me han gustado.
11 de marzo de 2016
Soliloquios
Sobre el creador
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.