About the work
http://valentina-lujan.es/m/masperoprue.pdf
pero pruebas nada más {y ninguna larga serie de explicaciones o justificaciones o alegaciones que poquita luz iban a arrojar sobre el hecho (circunstancial y tan del todo prescindible como cualquier otro y de cualquier otra escena de tantas a las que ― por evitar broncas con las madres ― habría que encontrar acomodo) de que a Loreto (doña) y aunque nada más fuera sobrina no le quedasen cebollas ni de que ― tan a punto de llorar que la señorita dijo bueno, no importa, dejadla tranquila y que ya encontraríamos otra causa cualquiera porque, dijo, motivos no habrían de faltar y que ya lo veríamos cuando el borrador ― porque, que no nos hiciéramos ilusiones, esto es apenas un borrador plagadito de tachones y, lo que más la irritaba, con faltas de ortografía “a troche y a moche”― estuviera mecanografiado y en limpio o, por lo menos, sin las típicas manchas de grasa que, o es que a ver si nos habíamos creído que ella era tonta, se notaba a la legua que eran de bocadillo de sardinas y, concretando, en escabeche y, también y no menos importante, en la confianza un poco cosida con alfileres de que él, Lorenzo (don), se quedara medianamente conforme y no siguiese demandando más} y no demasiado menos contundentes que las que hubieran podido servir para levantar un poquito el ánimo de doña Dídima víctima, siempre, del inveterado derrotismo de que Honorina la investía por más que se esforzase en dibujar un personaje no te pido que sea exactamente la alegría de la huerta, le explicaba la señorita, pero sí tan sólo un poquitín menos cenizo.
Aunque tan dulce. Porque doña Dídima era, a más del mencionado cenizo, también y por contra ― que se lo habría repetido mil veces ―, persona paciente y, sobre todo, un dechado de dulzura que convendría Honorina, no olvidar (encarecía), porque si pasábamos por alto esos pequeños detalles, rasgos a veces insignificantes de los infinitos caracteres que aquí y por la gracia de Dios nos congregamos, los personajes nos quedarían muy planos, prácticamente todos iguales, y la representación que se nos había encomendado hacer de este mundo en que habitamos, Honorina, ¿me estás entendiendo?, una cosa insustancial y sin encanto alguno que nos abocaría, a todos y después de habernos esforzado tanto, a la grisura y al olvido.
Y Honorina cabeceaba, asintiendo, pero sin levantar la vista de la punta de sus zapatos con ese aire, tan suyo, de estar pensando siempre en otra cosa y diferente (indefectiblemente) de lo que allí y en aquel momento tocara.
Que qué desesperación.
Y bebía, al fin, un sorbito del vaso ― de agua, si algún gracioso no había tenido la ocurrencia (aprovechando que estaba resfriada) de dar el cambiazo por ginebra ― que, no sabía por qué, en ocasiones la reconfortaba.
Transgresiones
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.