About the work
http://valentina-lujan.es/alicia/losfolioshanres.pdf
que, aunque no sea lo que se pudiera llamar para tirar cohetes propiamente, tampoco tú ― y perdóname que te hable con tanta rudeza pero si no tienes novia no vas, como es natural, con ella a ninguna parte ni dices estando con ella nada de nada ― nunca pudiste expresar, ni ninguna camarera pudo oírte, deseo ni ilusión ninguna por tantas o cuántas página, a mí me habría dejado bastante satisfecho porque tenía la impresión de que mi razonamiento estaba bastante bien argumentado, sin ningún cabo suelto, y cuando en una argumentación no hay cabos sueltos que te puedan jugar una mala pasada discurriendo por su cuenta por rumbos por los que para nada contabas, tienes, por muy mal que se pongan las cosas y si no eres demasiado torpe, recursos suficientes como para poder salir no digamos “triunfante” y cubierto de una gloria que vaya a trascender más allá de un puñado de siglos, pero sí lo bastante airoso como para mantenerte en los primeros puestos del ranking durante un par de temporadas, así que ― continuaría, sin levantar la cabeza de los folios embebecido por el torrente de palabras afluyendo imparables a mi mente ―, lo siento en el alma y de verdad te digo que lamento el tener que expresarme con tanta dureza, pero tú solo te lo has buscad…
– De acuerdo ― dice, de pronto, cortando con su tono cansino, desganado, el hilo de mis pensamientos ahora que precisamente y por fin parecía que empezaban a encarrilarse por derroteros medianamente prácticos; y con una resolución que no concuerda con el apático “de acuerdo” anterior ―: el escritor, acuérdate, ahora soy yo.
– ¿A qué viene eso? ― pregunto, soltando contrariado el bolígrafo ― Tú has sido en todo momento el escritor.
– ¿De verdad? ― me mira entornando los ojos de forma que me recuerda a aquella vez en que nos vi reflejados en el espejo, cuando lo del puñetazo, aunque ahora ninguno de los dos sonríe ni hay dedos clavándose en hombros causando el menor daño ― ¿Puedes asegurar sin mentir que el escritor he sido siempre yo?
– Pues claro que sí.
– ¡¡Eso es mentira!! ― Clama. Y como si hubiera perdido por completo los estribos agarra los folios y los arruga, iracundo; y los desgarra sin dejar de repetir “¡mentira, mentira y mil veces mentira!” cada vez más alto ― Mentira y la más vil y repugnante de todas las deslealtades porque a qué, si es que puedes explicármelo, viene si no aquel tu “y el escritor, acuérdate, ahora eres tú”.
– Ah. Te refieres a eso…
– A “eso”, sí. Y no lo digas con voz tan neutra, tan tranquilo como si no significase nada. A “eso” que es, ¡fíjate bien, so imbécil, en lo que te estoy diciendo!, el mayor de todos los errores que pudieras cometer porque… ¡Pero tú no te das cuenta!, el chupatintas arrellanado en su poltrona no se percata de nada, no ve más allá del cristal tras el que mira embelesado, enorgullecido su cara de idiota porque el señor ha escrito un best seller…
– ¡Pero si todavía no he escrito nada!
– ¡Ni lo escribirás en tu puta vida! ― Suelta un soplido largo, cómo expulsando toda una rabia que no puedo comprender cuando mis sueños son tan sólo eso, sueños que por más que puedan avergonzarme de tan ridículos son sólo sueños de alguien que garabatea (garabateaba, antes de que él los desgarrase) espejismos impensables para un funcionario sin más horizontes que un bien remunerado retir… ― O nada al menos que merezca la pena ― continúa, cortando de nuevo el hilo de mis pensamientos aunque esta vez no me contraría como son pensamientos tan tristes, encendiendo con parsimonia un cigarrillo ―; nada que merezca la pena hasta que no aprendas a no intentar meterte… ¡y conseguirlo, maldita sea! ― y suelta una carcajada casi festiva, que me desconcierta; y en tono afectuoso que me desconcierta más todavía “¡qué pedazo de mamón!” para, de nuevo sereno, concluir –: en los zapatos del escritor.
Versaciones
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.