About the work
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A la par de un parpadeo y a la sombra de un suspiro breves los dos en el tiempo y largos en el olvido caminaba somnolienta a la sombra del destino la esperanza perezosa de encontrar algún camino que llevara a alguna parte los pasos del peregrino que en su peregrina espera de ser de nuevo un día limo se demoraba morando entre escombros y detrito de lo que había sido un mundo poblado de advenedizos.
Dónde vas le preguntaban entre estertores y aullidos de los perros vagabundos y los lobos y los fríos filos de tantos puñales como lenguas que maldicen las glosadas bienandanzas de caballeros que miden su valor y su soberbia pulcritud y su maestría en de un solo tajo limpio y sin perder la sonrisa ni la armonía de sus gestos ni su gracia sin medida dar muerte a la desmedida inanidad del incauto que imaginó que venían a librarlo de las garras de una vida quejumbrosa de falacias y mentiras que buscando hurtarse al fango del yerro que la mancilla da de bruces en el lodo y en la inmundicia que esquiva.
Y el clamor de la inclemente horda de huestes feroces que proclaman la grandeza de tan grandes gentilhombres se extiende a todo lo ancho y a lo largo de la siempre ensalzada bonhomía que de lejos ya se advierte que es tan sólo una parodia, una farsa y una filfa, de qué aprendieron de niños los viejos que ahora se dicen que para qué la enseñanza que les mostrara posible un mañana esperanzado y limpio de malandrines hurtándoles el derecho que en su creer les asistía a ver cumplido su sueño de que arraigara algún día en sus almas otra cosa que no fuese oscura inquina.
Y no queda sobre el campo de las batallas perdidas rastro ninguno que indique que allí se ganó la fama que adorna al que la persigue a costa de ya no importa qué tretas ni qué mohines ni qué dejara a su espalda ni devastase en sus lides la estirpe de caballeros mitificados e insignes que pasaron a la historia de los pueblos que infelices los ensalzaron a cuenta de ganancias inservibles como lo serían las horas perdidas en los festines que alimentaron leyendas que los escritos no dicen.
16 de noviembre de 2012
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Poesía
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.