About the work
http://valentina-lujan.es/U/unabuenaidea.pdf que ella, Celedonia, además de mostrar el talante frío y distante que le confería el traje chaqueta sastre que me recordaba a Marlene Dietrich en Testigo de cargo ― pero la imagen no se correspondía con su realidad porque era la señora de Ramírez padre una mujer de, como diría mi madre, poquito arremango y tirando a apagadilla ―, dejase entrever un cierto perfil de mujer autoritaria si bien, y para que ese cambio en su carácter no resultara chirriante de modo que el lector avezado pudiese no creérsela del todo (porque, sí, las personas cambian, pero los procesos de cambio llevan su tiempo y necesitan de unas circunstancias que los posibiliten y, yo, justo es reconocerlo, no había, hasta el momento y por causa tal vez de andar embebecido en la forja de personajes más principales, dedicado el tiempo necesario a la forja del suyo que estaría, por pura lógica, forjado a su vez por su propio pasado, pero… “¿qué sabes tú?”, me pregunté de la historia de ésta mujer), entendí que una pequeña reprimenda ― porque fue pequeña, la verdad, que no me reprendió con acritud ― estaría ya siendo un somero esbozo de qué cabía empezar a suponer de ella y, luego, más adelante, cuando el argumento estuviese encauzado y pudiera desviar sin temor a perderme mi atención a los detalles accesorios, ya les iría poniendo ― a todos, claro, pero a ella la primera para que se sintiese alagada de saber que la escucho y no echo en saco roto sus indicaciones ― las estaturas, las complexiones, y los colores de ojos y de pelo y las formas de narices y de labios y de orejas que, a su juicio, facilitarían al hipotético lector ― “porque reconozca” dijo “el que estas páginas de usted vayan a ser leídas alguna vez es mera hipótesis” ― el reconocernos y, casi más importante, el reconocernos nosotros mismos y los unos a los otros. Etiqueta: Borradores para un baúl Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.